20101231

La llegada del dios mineral



Palpo un temblor bajo tu vientre, creo.
Profecía natural y augurio de la ciencia.
Me produce temor, pero ya es mi deseo.
Yo seré su vasallo, venderé mi conciencia.

Para atisbarlo claro consigo un catalejo
que apunto hacia el abismo donde estuvo mi oreja.
Veo la mancha sin forma, no es osa ni conejo,
es blanca, diminuta, parece una lenteja.

Es el dios mineral, flotando, suspendido,
resonando en tus ojos, filtrándose en tu piel.
Pero no es que esté quieto ¡Meteorito encendido!
Todo se mueve ¡Claro! ¡Cae la tierra hacia él!

20101217

Confucianismo democrático



Estuve en Seúl, Corea, en 1998. Recuerdo que en una estación de metro vi expuesto un curioso periódico mural hecho por adolescentes. Se trataba de cartones con imágenes recortadas de revistas y texto escrito con marcador. Todos los mensajes estaban en coreano, pero había algunos traducidos al inglés para los escasos turistas. Entendí que la exposición escolar estaba dedicada al “primer premio Nobel coreano, si ya ha nacido”. Solté una carcajada. Me pareció algo ingenuo y casi patético, por lo ridículo que era ese nacionalismo futurista.
A Corea me había enviado el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en representación del Gobierno del Distrito Federal para participar en una reunión académica de la OCDE sobre políticas públicas de coordinación metropolitana. Llevaba conmigo el orgullo de formar parte del primer gobierno democrático de la Ciudad de México y, en contraste con “nosotros los que habíamos conquistado la democracia al menos en la capital", los coreanos me parecieron personas cuadradas y excesivamente tradicionalistas. Cuando a lo largo de nuestras reuniones de trabajo cuestioné algunos proyectos de planeación de coreanos y japoneses porque me parecían autoritarios y sin suficiente consulta con la población afectada (los coreanos nos explicaban que querían desplazar a la población universitaria del centro de Seúl hacia las afueras, mientras los japoneses expusieron el costoso proyecto de mover la capital de su país fuera de la megalópolis de Tokio-Yokohama a otra), los investigadores viejos no respondieron directamente a mis comentarios críticos. En vez de ello, hicieron una seña discreta y los funcionarios y académicos más jóvenes, de mi edad, tomaron la palabra para dirigirse a mí en tono casi agresivo. Me exasperó toda esa solemnidad y el respeto oriental hacia los mayores que se traducía en una falta de respeto hacia mí, el mismísimo representante de la Ciudad de México. En nuestra querida ciudad no debería haber discriminación por edad, ni gerontocracia, ni prejuicios absurdos.
Años más tarde, descubrí el cine coreano, en particular las películas de Kim Ki-Duk. Supe de la gran penetración económica coreana en México, de la buena y de la mala, pues una poderosa mafia de ese país también opera u operaba en el centro histórico. Para recordar los días que estuve en Seúl, me aficioné a ir de vez en cuando a algún restaurante coreano a comer “tacos” de carne agridulce de res envueltos en hojas de lechuga fresca.
Paulatinamente, en reuniones académicas Corea comenzó a convertirse en un ejemplo citado primero como modelo y, pronto, como un caso demasiado exitoso, cuando mucho un ideal de desarrollo económico y tecnológico, alejado de la “compleja” realidad latinoamericana.
Hace unos días, me he enterado que los estudiantes coreanos obtuvieron los más altos resultados en la prueba PISA a nivel mundial, desplazando a Finlandia. La proeza me pareció aún mayor porque a los finlandeses siempre los había colocado en un pedestal intelectual gracias a Georg Henrik von Wright, filósofo de la mente y redescubridor de la lógica deóntica. Al paso de los años, aquel periódico mural del metro de Seúl no me parece ya ingenuo, ni mucho menos patético. Lo que ha cambiado es la estima que siento por aquel joven insolente que era yo cuando visité Corea. Esa forma de arrogancia que es la rebeldía juvenil latinoamericana es la que me parece ahora ingenua cuando es pura espontaneidad libertaria. He estudiado con cierto detalle los males que históricamente ha generado la inestabilidad política en América Latina y ahora rechazo tanto las dictaduras como la fe en la dimensión liberadora de la revuelta. No puedo ya estar de acuerdo con esos intelectuales que creen que los movimientos sociales y el discurso de los derechos humanos de la primera, segunda, tercera y cuarta generación son suficientes para construir una sociedad sustentable. Para Sergio Aguayo, por ejemplo, la tragedia de México es en parte que somos una sociedad incapaz de salir a las calles a protestar; para mis colegas abogados "garantistas" y "neoconstitucionalistas" los problemas del país parecen resumirse a la ampliación aún insuficiente de nuestras garantías. A ambos parece importarles poco la polarización de la sociedad mexicana. A mi me alarma que las universidades públicas y las privadas casi no colaboren, que unos partidos vean como un deber vetar los proyectos sociales de los otros partidos, que 41% de la población mexicana crea que Calderón es un peligro para México mientras 36% opina lo mismo de López Obrador. Es cierto que la corrupción y la desigualdad son de los primeros lastres del país, pero los costos de enfrentarlas mediante la confrontación pueden ser mayores que los beneficios. Empiezo a convencerme de la importancia de una transición social pactada hacia una sociedad más justa, en vez de la estrategia de la ruptura.
Tengo casi 40 años y, quizá, me vuelva un hegeliano que crea en la conciencia colectiva de las naciones, además de un “confuciano democrático” porque aprecie, junto a la libertad, la disciplina y el respeto de la armonía social.

20101125

¿Por qué el neoliberalismo mexicano fue tan radical?


México acogió el neoliberalismo en los años ochenta del siglo XX con un particular fanatismo. ¿Por qué acabó perdiendo su sistema bancario a manos de instituciones de crédito extranjeras? ¿Por qué dejó de invertir en innovación tecnológica en PEMEX, a diferencia de lo que hizo Brasil con Petrobras? ¿Por qué siendo el país hispanoparlante más poblado de América Latina no buscó invertir en la industria editorial y del software en castellano? México vive hoy de remesas de migrantes, de lo que queda de la explotación del petroleo (no de la poderosa industria petroquímica que aún existía en los ochenta), de inversión extranjera directa y turismo, además de algunas pocas empresas exitosas en exportación como cementeras y cerveceras. A cambio, compramos todo producto y servicio sofisticado del extranjero: desde las máquinas del programa Eco-Bici hasta las ediciones de nuestros propios libros (en Barcelona o Madrid).
Cuando se debate sobre izquierdas y derechas políticas se suele recurrir a ejemplos extremos: decimos al izquierdista que Corea del Norte y Cuba son sistemas políticos que evocan otras épocas porque el control central de la economía, la vigencia de monarquías comunistas y la ferrea censura son condenados por la mayor parte de los países. Decimos al partidario del libre comercio que el neoliberalismo tatcheriano evoca un pasado superado: luego de las crisis bancarias de los años 90 y de la primera década del siglo XXI, se reconoce de manera creciente un papel dirigista e intervencionista al Estado en ciertas áreas. Luego, siguiendo la estrategia sofista del sorites, vamos acorralando a nuestro adversario con ejemplos que sólo difieren un poco de aquellos casos extremos de Cuba o la Inglaterra de Tatcher.
Pero siendo sinceros, hoy la discusión seria no está en los extremos. Lula en Brsil fue un gran cancerbero de la macro-economía neoliberal sin dejar de aumentar el presupuesto contra el hambre y reducir las cifras de pobreza. Obama ha rescatado al sistema bancario de su país sin por ello traicionar el liberalismo económico.
Pero México, como decíamos, dejó morir a Pemex, a la poderosísima industria editorial mexicana, al cine que en los años 50 y 60 era la referencia obligada en Iberoamérica, a la banca nacional, entre muchos otros ejemplos.
¿Por qué? Aquí, no siendo economista, recurro al viejo y manido libro de Octavio Paz: El laberinto de la soledad. Los mexicanos somos, en promedio, más malinchistas que otros pueblos. Lo extranjero tiene un brillo y un olor que nos seduce (aunque conviva con un patriotismo superficial). Mi hipótesis, entonces, es muy sencilla: la llegada del neoliberalismo vino a articularse con nuestro talante malinchista: "que mi libro se edite en España se ve mejor y me da más prestigio que si se editara en México", "que compremos tecnología noruega para perforar pozos nos asegura que no tendremos accidentes, como sí ocurriría con maquinaria made in Mexico", "que nuestro multimillonario Carlos Slim lo sea sin haber inventado o innovado nada en la industrai de la telefonía y las telecomunicaciones, es así porque toma astutamente del mundo lo que necesita y que México no produce", "que la banca en México sea española, canadiense y estadounidense nos garantiza que nigún mexicano ladrón e incompetente nos robe de nuevo", etcétera. El resultado está a la vista: malinchismo y neoliberalismo son la mejor combinación... para tener un país que sólo sabe admnistrar su pobreza, para no salir de ella.

20100816

El gran narcotraficante


Seis policías fueron a cazar al gran narcotraficante. El primero reconoció en el lodo de la brecha la rodada de una Hummer y la siguió hacia la frontera con Estados Unidos.
El segundo tropezó con varias cabezas humanas y ahora se dedica a identificarlas.
El tercero pensó: "los grandes negocios turbios se hacen en buenos suburbios!" y se fue a investigar en la ciudad.
El cuarto desapareció y nunca se ha sabido más de él.
Al quinto le dijeron: "El gran narcotraficante es un tipo divertido: de noche sale de juerga, en el día está detenido."
El sexto soy yo. Opino que mis cinco compañeros siguieron una pista correcta pero que, en el fondo, cada uno está equivocado. El gran narcotraficante no es un simple pollero, ni un preso común, ni es él mismo un sicario. Mi estrategia es holística y dialéctica. Siguiendo el método de la observación participante he ingresado a la mafia. También empleo el arma de las nuevas tecnologías de la información: hablo por televisión, escribo editoriales en los periódicos y mensajes en Facebook y en Twitter. Nadie sabe más que yo del crimen organizado.
En estos momentos estoy modificando el paradigma que guía mi investigación. Veo a los pequeños narcotraficantes como tipos explotados. He visto decenas de campesinos miserables ir a la cárcel por unos carrujos de mariguana que supuestamente poseían. Ya que les prohíben sembrar, vender y exportar su hierba, los narcos se ocultan. Cuando han adoptado una vida clandestina los llaman "hijos de puta" en la televisión, para poder salir a cazarlos (¡qué valientes son los intelectuales de la televisión! nadie parece haber preguntado a Aguilar Camín o a León Krauze, al aire, cuántas veces fumaron un churro de mariguana). Derriban las puertas de las casas de los narcos y se matan entre sí a quemarropa. Desde luego, no niego que los soldados y policías que van por ellos mueran en grandes cantidades. Éstos también son explotados. Desde luego, tampoco justifico la saña y la crueldad de la mafia, pero me pregunto como miles de otros ciudadanos si la guerra desaparecería con la legalización de las drogas blandas.
No quiero sostener una vulgar teoría del complot. No creo que el Presidente mismo o el Secretario de la Defensa sean capos de la droga, lo que pienso es que es imposible capturar al gran narcotraficante. Éste nos tiene, como si dijéramos, cogidos de los huevos. Porque siempre habrá gente miserable que cultive malas hierbas y gringos que las importen. México es un embudo que funciona al revés: la droga entra con dificultad por el orificio menor que está en el sur y desemboca cómodamente en Estados Unidos. La presión, abajo del embudo, es infernal. Por eso los narcos se matan entre ellos y matan a los demás, al entrar al embudo. Frida pintó ese embudo en aquel cuadro que hoy está en el Museo Dolores Olmedo, llamado "Sin esperanza".
No ha existido otro ser humano, aparte de mí, que se haya aproximado tanto al gran narcotraficante, en estricto sentido ningún otro. ¿Entiendes por qué?

20100807

Silogismo electoral versátil (4)


También las buenas lecturas me pueden provocar pesadillas. Leí a Héctor Díaz-Polanco en La Jornada del 7 de agosto, justo antes de dormirme, y en mis sueños sus argumentos se transformaron en alongadas siluetas de políticos seguidos de multitudes como en los murales de Siqueiros en el Castillo de Chapultepec. En su artículo “Las izquierdas y López Obrador”, Díaz-Polanco cuenta que “en innumerables ocasiones me he visto en el trance de atender a la curiosidad de colegas y amigos latinoamericanos que me inquieren sobre la terrible debilidad de la izquierda mexicana”. Luego describe cómo les explica a sus amigos y colegas latinoamericanos que en realidad el PRD y su lamentable situación actual no es a quien debemos voltear para conocer la situación de la izquierda mexicana. La energía transformadora de ésta se expresaría hoy “en un vigoroso movimiento popular que lucha contra el régimen neoliberal, al margen de la estructura partidista tradicional” y esa izquierda es liderada, según Díaz-Polanco, por Andrés Manuel López Obrador. El artículo termina hablando de esos social-demócratas como Denise Dresser y otros comentaristas que ven alarmados que AMLO haya abandonado el centro y las políticas moderadas que se estilan en países como Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Chile. Díaz-Polanco recuerda que en estos países los socialdemócratas “han perdido el poder precisamente por querer situarse en el peldaño que les marcó la derecha”.
Antes de perder completamente la conciencia en la almohada, me pregunté acerca de los referentes de Díaz-Polanco: uno de ellos son sus interlocutores latinoamericanos que en ocasiones innumerables le preguntan acerca de México, a quienes él explica a partir de un esquema gramsciano que el vigoroso movimiento popular del Peje podría evitar que la izquierda mexicana corra la suerte de los derrotados socialdemócratas europeos y chilenos.
¿Qué izquierdas no han sido derrotadas recientemente? Venezuela, Brasil, Bolivia, Cuba. Éstos, me digo a punto de perder la capacidad de razonar por efectos del sueño, son su otro referente.
Cuando se buscan modelos o patrones lo más fácil es recurrir a los referentes más cercanos. Una unidad de medida para calcular longitudes en tiempos de Carlomagno era la estatura del emperador Carlomagno. En Grecia era una porción de la pista del estadio de Olimpia. Con la Revolución Francesa, los científicos buscaron patrones que no fueran arbitrarios o demasiado locales, porque el problema de aquellos referentes era que al morir Carlomagno o al estar lejos de Olimpia, quienes querían confirmar las medidas carecían de los patrones originales. Por eso se pensó en seguir patrones eternos basados en constantes universales. Por ejemplo: una unidad de medida universal puede ser definida como la longitud de un péndulo cuya oscilación en el Zócalo de la Ciudad de México sea de un segundo. O puede ser una porción de la circunferencia de la tierra (un meridiano).
Ya francamente delirando, una angustia me invadió en la cama al pensar que los referentes de Héctor Díaz-Polanco eran francamente locales y perecederos: la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, el comunismo cubano, el gobierno de Lula o de Evo Morales. Fue de esa angustia que emergieron en mi cabeza imágenes de políticos aterradores, parecidos a las siluetas de los espejos deformantes. Eran caudillos con boinas militares, con sombreros villistas o penachos. Llevaban charreteras o puñales de obsidiana. Los acompañaban multitudes enardecidas de campesinos con huaraches y mujeres con rebozo, imágenes que seguramente mezclé con las que había visto en el reciente mitin de AMLO.
La pesadilla se hizo aún más desagradable cuando apareció Felipe Calderón. De los cielos estrellados surgió una luz que al acercarse a la tierra era una nube. Calderón bajó de ella, como un santo, y recitó un discurso en el que anunciaba que prohibía la comida chatarra en las escuelas pero legalizaba la marihuana. Vi cómo en la multitud los niños y adultos obesos adelgazaban con sólo oír la noticia. Luego, de la mano del Dr. Mario Molina, Calderón combatió el calentamiento global que provenía del acaloramiento popular. Me acerqué hasta él y le dije “Señor Presidente, sus políticas sí son universales, no son provincianas y le pido perdón por no haber votado por usted.”
Dicho esto, abrí los ojos, sudando y alarmado de mí mismo.

20100726

Silogismo electoral versátil (3)


El Zócalo estaba lleno de gente este domingo 25 de julio en el relanzamiento de López Obrador. Si con Spencer Tunick fuimos 20 mil encuerados, calculo a ojo de buen cubero que El Peje logró reunir a más de 100 mil. Suponiendo que la mayoría fueran “hombres y mujeres libres”, como dicen hoy lunes los cronistas de La Jornada, en todo caso eran hombres y mujeres que confiaron su libertad individual a una organización social, a veces a un líder clientelista. Porque el 80% de la gente, calculé desde mi vista panorámica en el hotel Majestic, formaba parte de un contingente uniformado con gorras del mismo color, playeras identificantes, paliacates y, sobretodo, porque las propias mantas solían dar cuenta de un liderazgo personal, del tipo: “El C. Carlitos Ramírez Portales y la organización UPZ apoyan a AMLO para la presidencia”. Obviamente, este corporativismo está muy lejos de la rigidez de los mítines de candidatos presidenciales priístas, con la plancha del Zócalo perfectamente cuadriculada, como esas colchas fabricadas con retazos de tela. En la asamblea de AMLO, en cambio, había ese 20% o 30% de electrones libres: izquierdistas barbones sacados de una historieta de Rius, feministas con huipiles elegantemente ajustados en el talle, viejos profesores con el clásico saco de pana café y la camisa de mezclilla, monjas travestidas de civiles pero inconfundibles por sus modestos zapatos flexi, sus faldas azul marino, sus calcetas hasta la rodilla y las blusas abotonadas hasta el esternón. Los ancianos son una categoría aparte: agradecidos por la modesta pensión que Andrés Manuel les confiriera siendo Jefe de Gobierno, suelen venir solitos.
También son un caso especial los hombres y mujeres del estrado: brillantes intelectuales radicales como Jesusa Rodríguez y Jaime Cárdenas; los inevitables expriístas de última hora que serán aceptados en el círculo mientras su pragmatismo sirva a los fines superiores que encarna el líder; y, desde luego, los personajes más consecuentes de la izquierda mexicana: Elena Poniatowska, Rosario Ibarra, etc.
Pero no, no es el corporativismo de esta izquierda el que me saca ampollas. Adherir a una organización social para ver cumplidos los derechos sociales básicos no es culpa del adherente. Aunque compadezca a esa gente que escuchó de pie tres horas de discursos bajo el ojo vigilante de su “líder”, quizá queriendo irse por ahí a pasear y conocer el Centro Histórico, pero teniendo que oír otra vez los mismos discursos enfáticos sobre la corrupción y la justicia... aunque los compadezca, no condeno al Peje por ello. Así es México y mientras las clases privilegiadas pueden resolver sus problemas con amistades y tráfico de favores, el resto, en cambio, realiza necesariamente trueques con lo único que puede intercambiar: su cuerpo, su presencia, su promesa de fidelidad política, su voz desgañitada en la plaza, su piel quemada por el sol o mojada por el chubasco.
Lo que a mí me saca ampollas de AMLO es la superficialidad de algunas de sus propuestas. Propone, por ejemplo, que los ministros de la Suprema Corte deben ser electos, como lo proponía la Constitución de 1857. Pero resulta que los tribunales constitucionales nacieron para velar porque los derechos de las minorías (religiosas, políticas, étnicas) no fueran avasallados por las mayorías. En un país mayoritariamente católico y supuestamente mestizo hacen falta ministros que protejan a judíos y protestantes, homosexuales y lesbianas, lacandones y menonitas, no más representantes populares de la mayoría. Además, historiadores como Enrique Krauze han mostrado que la fascinación del Peje por la República Restaurada (por Juárez y los liberales de la Reforma) parece más un talismán autocomplaciente, una especie de pensamiento mágico y mesiánico, que un síntoma de visión de Estado y de auténtica cultura constitucional. ¿Por qué El Peje no basa su propuesta en análisis de política comparada? ¿Por qué su modelo es la vieja Constitución de 1857 y no la constitución de una democracia constitucional contemporánea? ¿Ignora que entre 1857 y nuestros días ocurrieron dos guerras mundiales, un puñado de genocidios, el reconocimiento de nuevos derechos sociales y multiculturales?
Me pregunto para qué sirven entonces sus asesores ¿ellos también deben ser electos popularmente? Otro ejemplo: cuando AMLO ofrece a su multitud bajar los precios de la gasolina y del diesel (esos combustibles fósiles generadores de gases de efecto invernadero), no lanza simultáneamente ninguna propuesta sobre el calentamiento global (¿un mito genial para nuestro ignorante caudillo?).
En fin, que los fanáticos seguidores del Peje me critiquen por criticarlo. De todos modos, hoy votaría por él. Cuando uno está perdido en una remota playa tropical, a falta de pan y de tortillas debe comer aunque sea las grasosas tostadas del vendedor de mariscos.

20100723

Silogismo electoral versátil (2)


Nadaba de rana, tratando de mantenerme en el levísimo límite entre el aire y el agua. Debía flotar, de otro modo si mi cuerpo se hundía tenía que forzar la nuca, estirar el cuello hacia arriba para poder respirar. Pero tengo la sangre pesada, seguramente, pues al nadar como rana me hundía una y otra vez. Si mis piernas trabajaban cerca de la superficie, era porque mis nalgas se iban a pique. Y cuando lograba que éstas emergieran, pies y cabeza colgaban hacia el fondo. “No sabes nadar de rana -me dijo Rodrigo Baracs, nuestro Tibio Muñoz-, te recomiendo que mires un video de natación en youtube para perfeccionarte”.
Una brillante intuición me hizo tocar con las manos el fondo de la piscina y empujarme con ellas hacia la superficie. Sí, sentí la textura áspera de los viejos mosaicos azules y me propulsé hacia arriba, luego di patada de rana, hundimiento progresivo, propulsión con los brazos, patada de rana, hundimiento progresivo, una y otra vez. Los músculos de mi cuello al fin descansaban porque mis brazos habían entrado al quite, porque podía salir y respirar antes de volver a las profundidades de mi estanque. Patadas de rana para avanzar hacia adelante y movimiento de lagartija con los biceps para subir.
“¿Qué estás haciendo?”, protestó Rodrigo.
“Acabo de inventar el estilo de pejelagarto”, respondí orgullosamente y aceleré el ritmo. Sentí que mi cuerpo estaba diseñado para esa forma de nado, que era un animal anfibio que se reencontraba con sus raíces. Ahora incluso podía empujarme solamente con el brazo derecho y salir a respirar por la izquierda, y viceversa, en un ritmo natural y eficiente.
Nuestros ancestros debieron descubrir de la misma manera el uso de sus extremidades para salir del océano primigenio. Primero habíamos sido bacterias, eucariontes después de algunos milenios, enseguida vinieron el pejelagarto y los peces del fango (nuestros tatarabuelos) y millones de años después los primates, el homo erectus y nosotros como últimos modelos del Geist absoluto.
“Eres un conservador”, pensé para mis adentros mientras me enjabonaba las extremidades en las regaderas. “¿Cómo pretendes votar por Marcelo Ebrad, ese tecnócrata de izquierda? Su estilo imita a Clark Kent, su programa ‘Ecobici’ es un capricho para seducir a los burgueses-bohemios de la Condesa. Y, sobre todo, Ebrard no ha hecho nada para que tengas un centro de trabajo decente. La UAM Cuajimalpa sigue sin contar con un plantel porque el Gobierno de la Ciudad, su gobierno, no ha acelerado los trámites de fusión de los terrenos que nos donó... el Peje. Sí, el Peje. Tu Peje en las elecciones del 2000, en las del 2006. El Peje del ‘éxodo por la democracia’ que exhibió el fraude electoral en Tabasco. El Peje que de joven ayudó tánto a los Chontales de su tierra. El personaje a quien defendiste en 2005, durante el desafuero, poniendo aquella manta en la Torre Eiffel que decía ‘Mexique, démocratie en danger. ¡Viva la democracia, cabrones!”.
Las lágrimas de nostalgia invadieron mi rostro, arrasadas por el agua de la regadera (pero no mancilladas por espuma de shampoo, pues ya no uso shampoo desde que le pregunté a Betty Escalante cuál era el secreto de sus chinos tan enroscados y sexys). Con-movido, con-movilizado políticamente salí de la ducha y me sequé mientras cantaba “La Paloma”, imitando torpemente la voz de Eugenia León. ¿Cómo había podido olvidar la euforia del movimiento post-electoral del 2006? Cual un hombre nuevo, redimido, busqué mi celular para cancelar esa comida con Ana Sáiz el domingo y asistir al mitin de Andrés Manuel, mi líder.

20100712

Silogismo electoral versátil


El voto es secreto cuando uno así lo quiere. He decidido mostrar aquí el razonamiento que determinará mi voto en las elecciones presidenciales en México, en 2012, porque no se trata de una decisión fácil. Durante meses iré agregando aquí mismo premisas o refutándolas. Cambiaré la conclusión (es decir, cambiaré a mi candidato preferido) cuando así se siga de mi cadena de razones y de principios, de mis cálculos y de mis intuiciones, de mis lecturas y de mis conversaciones (en cenas burguesas o en la calle), es decir, de mis deliberaciones de almohada (en las cuales siempre intervienen mis amigos y mis enemigos).
1. “Huye, Adso –le dice Guillermo de Baskerville al joven benedictino en El nombre de la rosa-, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia.” Voté por López Obrador en el pasado, pero hoy preferiría un candidato menos fundamentalista. La cita de Umberto Eco aparece al final de la novela, cuando la lucha entre dos monjes ha provocado el incendio de la biblioteca más importante de la cristiandad, en el siglo XIV. Uno de esos monjes, Jorge, es un cristiano dogmático, enemigo de Aristóteles y de la risa, ancestro de esos militantes que gritan la consigna “esta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta”. El otro monje, Guillermo de Baskerville, es un franciscano discípulo de Roger Bacon y de Guillermo de Occam, nominalista y empirista británico de Oxford; su curiosidad racional es tanta que acaba sacrificando la abadía entera por buscar la verdad acerca de unos crímenes y de un tratado perdido de ''El estagirita''. En el estado actual de cosas, López Obrador me recuerda a Jorge, apocalíptico, siempre maldiciendo a los corrompidos y trabajando para el día del juicio. Y, aunque Marcelo Ebrad no sea Guillermo de Baskerville, el pleito entre ambos podría terminar con el incendio de nuestra modesta biblioteca (en sentido figurado, pues me cuentan que ya han cerrado la biblioteca del PRD que estaba en Copilco, la "Casa del Sol"). Aunque tanto Baskerville como Ebrard hayan estudiado en Francia (uno filosofía y el otro administración pública), el segundo no es por suerte un intelectual, tiene un interés más mundano en la vida: llegar el poder. Pero posee sin duda mayor formación para gobernar que López Obrador (en un artículo reciente, Federico Arreola, quien apoya a AMLO, dice que éste sí sabe que la riqueza la producen los hombres y mujeres de negocios, aunque hasta ahora no se haya reflejado en sus acciones; como si las muletillas antineoliberales de López Obrador hubiesen sido, durante años, culpa de las malas compañías -los ortodoxos de izquierda-, y él hubiera aprendido economía sin estudiarla, por obra y gracia del espíritu santo). Es verdad que, a diferencia de Jorge y de Cristo, AMLO sí ríe, pero el sentido del humor en su movimiento es peculiar (sátira del poder, burla de los defectos físicos de los políticos) y quien mejor lo encarna es la actríz y dramaturga Jesusa Rodríguez. Decir que AMLO es como un monje cluniacense podría ser sólo un cliché que hayan popularizado Enrique Krauze o Fernando Belaunzarán (a lo largo de estos meses deberé echar un ojo a las mejores opiniones de éstos en el pasado y a las de sus mejores contradictores). Por lo pronto, sin embargo, mi voto (hoy, hoy, hoy), sería por el pragmático Marcelo Ebrard.

20100703

Futbol, panzas cerveceras y la falacia del tuo quoque


Me exaspera que los tipos más inútiles sean, curiosamente, los más indignados y agresivos porque la selección de futbol de México no haya ganado contra Argentina. Leo en la fila del supermercado, en TVnotas creo, que Giovanni Dos Santos cortó con su novia Belinda porque ambos estaban demasiado ocupados: él por el mundial Sudáfrica 2010, ella por su nuevo disco. Se trata de gente que incluso coloca a un lado su vida personal por el trabajo y el dinero, y que por más criticables que sean tienen la virtud del esfuerzo personal. Entones pienso en esos otros que lucen su panza cervecera, que tienen escasa disciplina personal y se regodean en su cultura televisivo-futbolera, esos que despotrican contra los “mediocres jugadores mexicanos” por la supuesta “falta de actitud ganadora”, “el pobre desempeño” y por “haber defraudado al pueblo”. ¿Con qué autoridad moral se atreven esos procastinadores que viven apoltronados frente a la televisión a criticar a aquellos jóvenes trabajadores y profesionales que, por ejemplo, han logrado irse a jugar futbol a Europa?
Luego, mi esposa me muestra que yo mismo no tengo autoridad moral para criticar a los "buenos para nada" críticos cheleros, y no porque yo sea tan huevón como ellos sino porque, como supuesto especialista en lógica que digo que soy, sé que existe una falacia llamada del tuo quoque. Mal bautizada así, en honor a las últimas palabras de Julio César ("¿Tu también, Brutus?"), pues éste no las dijo con ganas de evadir falazmente la crítica verbal de su hijastro sino como expresión de asombro y amargura ante el cuchillo del parricida. Pero falacia al fin y al cabo, aunque su nombre tenga un significado histórico también falaz.
Señalar con el dedo que los demás tienen mayores defectos no es un argumento legítimo para evadir las críticas a algo o a alguien. Uno puede hablar de los derechos humanos en Cuba aunque ciertos militantes blandan la espada blandengue de la comparación: “Pues en México, en Estados Unidos y en Puerto Rico también se violan derechos humanos”, dirán y repetirán para tratar de acallar al crítico. Cometerán la falacia porque podríamos agendar sesiones de discusión sobre los derechos humanos en México, en Estados Unidos y en Puerto Rico, respectivamente, sin que eso impida que ahora o más tarde, pero algún día, analicemos también los derechos humanos en Cuba. La falacia del tuo quoque no representa un ascenso semántico hacia el análisis de otro tema, sino una burda manera de parar la discusión.
Dice un proverbio rumano que “hay que hacer lo que dice el cura, no lo que hace el cura”. Un cura puede ser un pederasta incurable y, al mismo tiempo, poseer una mente clarividente y un juicio certero. Por ejemplo, un cura pederasta que dice que la pederastia es mala no comete falacia alguna. Comete, es cierto, lo que los pragmatistas nos han enseñado a llamar una “contradicción performativa”, una contradicción entre el hacer y el decir, pero no una falacia lógica.
Eh ahí, entonces, la diferencia entre el reproche por la falta de autoridad moral y la falacia del tuo quoque. El primero es un juicio moral válido, mientras que la segunda evoca un argumento descriptivo inválido. El cura pederasta o el "bueno para nada" crítico futbolero quizá no tienen “autoridad moral” para predicar lo que está bien o está mal, pero pueden llegar a lanzar juicios certeros. De hecho, algunas de esas personas que viven delante de la televisión y no aportan mucho a su entorno, aparte de mensajes linchadores en Twitter o Facebook, deben saber algo de futbol. Muchas de sus críticas deben ser ciertas, aunque provengan de una contradicción performativa. Entre Giovanni Dos Santos y el Don Inútil troglodita aficionado, me causa admiración Giovanni dos Santos y me rebasa ver que el segundo tenga la desfachatez de criticar a la selección de futbol; pero, como dice mi sabio maestro Carlos López Beltrán, ese inútil Don Troglodita aficionado quizá sirva para eso y, desde su desvergüenza, tenga razón. Pésele al Don Perfecto a quien le pese.

20100606

El águila y la serpiente


Arriba, las nubes con sus ojos bien abiertos lloran la lluvia. Ahí se ven los pajaritos de la lluvia, que nosotros llamamos golondrinas, y que la anticipan con sus revoloteos. Al tocar la tierra, la lluvia es humedad y alimenta al venado y a su hembra, alimenta al hombre quien también anticipa la lluvia con sus ritos. Hombre-venado, hombre-golondrina. Al nivel de la tierra: velas, peyote, maíz, flechas ceremoniales, ofrendas. En el centro de la imagen, el sol y su alma, que es un águila, devora al viento que ondula, es una serpiente. Las alas son las de la nube divina que se aleja para regresar después con ofrendas sagradas. Este cuadro fue fabricado con estambre por el gran artista huichol Santos de la Torre Motoapohua o Motoaopua. Una de sus obras está expuesta en París, en la estación del metro Louvre.
Pero Motoaopua vive al día en la sierra de Nayarit, aunque su obra se exponga en el mundo. Cuando vendió el cuadro que ves aquí, con el dinero que obtuvo lo primero que fue a comprar fue una vara para el violín de su nieto. Motoaopua pinta los mitos de su pueblo. El gran antropólogo alemán Konrad Preuss nos enseñó que a través de los mitos de coras y huicholes, podemos entender la cultura de los antiguos mexicanos. En el Codex Vaticanus B. aparece la imagen de un águila (el sol) que atrapa a un conejo (la luna) que está en la boca de la serpiente emplumada (la aurora). Preuss la reproduce en su texto de 1905, titulado "La influencia de la naturaleza en la religión de México y los Estados Unidos". Así, es posible que los huicholes nos den en sus mitos la clave del significado del escudo nacional de México. Los rayos del sol son el pico del águila que anda tratando de cazar al viento, serpiente emplumada. Pero la gente de las ciudades nos hemos vuelto demasiado brutos y ni siquiera levantamos la cabeza del asfalto. Este cuadro les parecerá a algunos naïf y falto de sentido. El mito huichol del águila y la serpiente es para ellas demasiado abstracto (obviamente, pues muchas personas ya no son capaces de distinguir un gorrión de una golondrina, una jacaranda de un tabachín, menos aún de reconocer en el viento una serpiente huyendo de los rayos de luz). O quizá no sea un problema de algunos urbanos alienados, sino que ver en la naturaleza un rostro sea un privilegio de quienes tienen una cosmovisión animista, una mirada indígena. Pero Motoaopua nos da parcialmente este privilegio gracias al arte, nos presta sus ojos. Mira de nuevo la imagen, primero cada uno de sus detalles y luego con una mirada panorámica. Da un doble click sobre ella.

20100420


Abro las manos, los dedos bien extendidos forman dos soles sobre tus grupas. Me pego a tus piernas, la espalda inclinada. Hundo mis rodillas en la nuca de tus rodillas. Huele a la cera del kindergarten y palpo el estambre de los tejidos de mi madre. Aunque esta sea una situación imaginaria, quizá, de alguna forma, sí monto sobre tu nahual, una perrita.

20100403

La huelga de hambre de Darsi Ferrer


Llego a visitar la casa del médico y periodista Darsi Ferrer en La Habana en el municipio “Diez de octubre”, a principios de noviembre del 2008. Mi viaje es turístico pero me tomo el tiempo de ver al periodista y disidente. Darsi nos recibe con su esposa, Yusnaymi, en una vivienda pequeña, oscura y maltratada. Los muros están leprosos por la humedad y en algunas partes rotos de viejos. Darsi es efusivo y obsesivo. Me explica con excesiva seguridad una teoría esquemática acerca de la situación en Cuba y que se resume en la afirmación de que el contrato social cubano está en bancarrota. El contrato rezaba, dice Darsi, “te doy 20% de tus necesidades básicas y tolero que cubras el 80% restante con la ‘bolsa negra’. Pero ahora no se tolera más ese 80% y la gente no sobrevive con el 20%. Hay juicios sumarísimos a quienes venden verdura: los condena a uno o dos años de prisión. La gente ya no aguanta más, está al borde del estallido social”. Mientras habla, me pregunto si Darsi es riguroso al argumentar, también me pregunto qué intereses tiene (si el mero patriotismo o una obsesiva ideología anticomunista). Me pregunto cómo puede decirme esos porcentajes sobre la situación en Cuba si no están respaldados en estadísticas oficiales y no hay fuentes confiables independientes. Él dice que ha hecho sus propias encuestas; me muestra cuadernos con preguntas, respuestas y frecuencias calculadas. Luego continúa con su diagnóstico: “Las expectativas de los cubanos son: viajar libremente, volver a tener una sola moneda, tener acceso a una mejor educación, gozar de libertad de expresión, disfrutar al fin de un régimen democrático”. Yo le pregunto cómo puede hablar a nombre de los cubanos, que son miles. Darsi defiende su método. Me doy cuenta que las condiciones que yo poseo en México como profesor-investigador de tiempo completo no son las de él. Por su parte, Darsi también se de cuenta de mi escepticismo y hace concesiones al régimen: “La gente –dice- ha apreciado las reformas de Raúl Castro de abrir los hoteles”. Al cabo de unos minutos de charla, Darsi me cuenta de su situación personal: “Me han venido a golpear cuatro veces con matracas. La última vez me cortaron en la mano, a la altura de la muñeca. Hace tres semanas fui secuestrado. Me dijeron ‘te vamos a aplicar la ley 88 y tendrás como mínimo 25 años’. Los vecinos me quieren porque soy su médico. El hombre más poderoso del barrio no es el delegado, sino quien reparte el aceite y los granos”.
Admiro profundamente a Darsi, disidente in situ frente a los cubanos que critican desde Miami. Pone su vida y la seguridad de su familia en un segundo plano. Pero no puedo evitar pensar en el fondo de mi conciencia que es una personalidad límite, un disfuncional en la Habana ¿es normal criticar tanto al gobierno cubano desde adentro, arriesgarse tanto? Yo no me atrevería. Darsi me parece un suicida y no puedo evitar preguntarme por qué se sacrifica. ¿Realmente lucha por una abstracción como es, para alguien que ha vivido toda su vida en Cuba, la democracia liberal? Son estos los héroes, pienso.
Regreso a México el 10 de noviembre. El 23 de julio del 2009, Charlotte me envía un boletín de prensa de “Reporteros sin fronteras”. Darsi ha sido encarcelado en la penitenciaría de Valle Grande, al oeste de La Habana. Oficialmente, Darsi Ferrer fue detenido por intentar adquirir, ilegalmente, material destinado a renovar su casa, que se encontraba en mal estado. Me consta que su vivienda estaba muy deteriorada pero no creo ni un segundo que esa sea la explicación de su encierro. Según el mismo boletín, apenas el 9 de julio, Darsi y su mujer habían sido hostigados por la policía pocas horas antes de celebrarse una manifestación en la cual participarían. En febrero del 2010, Aministía Internacional reconoce a Darsi Ferrer como preso de conciencia en Cuba. El 23 de marzo del 2010, Darsi Ferrer se declara en huelga de hambre. Por primera vez en mi vida, comprendo de manera concreta el multicitado apotegma de Voltaire (que, desgraciadamente, es apócrifo): “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero daría la vida por su derecho a decirlo”. Tras 24 días, Darsi suspendió afortunadamente su ayuno. ¡Cuba y tu familia te necesitan vivo!

20100402

Rafael Ramírez Heredia


Voy con mis turistas de madrugada al aeropuerto.
Mérida es a esa hora muy oscura y muy tibia.
De pronto, entre los autos, se asoma a verme un muerto:
un amigo al que quise entre alcohol y lascivia.

“Temo por los amigos -le digo- que están vivos”.
Avanzo y amanecen enjambres de trinares
lanzados de los árboles breves e intempestivos.
“¡Escríbeme!”, responde cerca de los hangares.

Lo abrazo antes de entrar a la sala de espera.
Miro a dos pasajeros que bailan en la esquina
(la mujer con huipil, el hombre en guayabera)
cierta canción norteña que filtra la bocina.

Mis muertos están vivos, sus vivos están muertos;
Sus desiertos son selva, mis selvas son desiertos.

20100312

Solicitud de audiencia


Espero en la antesala, asido mentalmente a mi CV.
Cuando se abran las puertas de tu sótano y me hagas entrar
te pediré que me nombres Secretario de Tu Policía Secreta,
Centinela del Santo Socorrerte
o Susurrador de Soeces Significados en Tu Sien.

20100106

Manual práctico de las distancias cortas XXIII: El libro de las diez preguntas


“La clave para que su pueblo no muera, para que sobreviva –respondió el sabio taoísta al emperador-, consiste en conocer el arte de amar en la recámara. Durante la cópula, el hombre debe mover su cuerpo con dulzura, lentamente, y no eyacular antes de los cinco suspiros de la mujer. De este modo, quienes son enfermizos mejorarán su salud. Los sanos serán longevos. El secreto para tener una larga vida consiste en colmar la quintaesencia del ser humano. Así, la energía sexual alimentará al ji, energía vital, y si la quintaesencia es confortada, entonces la persona se sentirá resplandeciente. Una vez que su alteza logre administrar su esperma, eyacular ordenadamente, su quintaesencia se fortalecerá y alcanzará la longevidad. El arte de amar, entre hombre y mujer, descansa en el siguiente principio: tener un espíritu sereno, con un cuerpo y un alma sanos.” Mi colega suspendió la lectura y envió su mano derecha a explorar mi sexo. Al cerciorarse de que se había endurecido, depositó tranquilamente las fotocopias sobre el suelo y procedimos a tocarnos con discreción, para no despertar a los demás trabajadores.
Conocí a Xi Xun en la fábrica, cuando se acercó para traducirme las órdenes del administrador. Ambos trabajamos aquí. No es una mujer guapa, pero es mi boca. Cuando llegué, había perdido la capacidad de identificarme, sabía que estaba en algún lugar de China, sabía que Luz Irizábal me perseguía, pero no entendía a cabalidad cómo las piernas y los brazos que colgaban de mi cuerpo eran más míos que el foco prendido del techo.
Había estado varias horas encerrado en una estación de policía de Shanghai hasta que los guardias se convencieron de que nadie vendría a sacarme. Era un indocumentado en la medida en que mis bolsillos estaban vacíos, pues Luz se había quedado con mis identificaciones, mi pasaporte y mi tarjera de crédito. Era también un discapacitado por la manera balbuceante con la que me expresaba. Seguramente algunas sinapsis neuronales se me habían roto; mi inglés, en particular, estaba atrofiado y no podía responder a muchas de las preguntas sino con grandes esfuerzos. Entonces me enviaron a la fábrica. Aquí los enfermos coexisten con los sanos, los locos con los cuerdos, los extranjeros con los chinos, pero la gente casi no habla una con otra. La fábrica es vetusta como el manicomio de la Castañeda y agitada como una escuela. Nuestro deber es trabajar. Nos colocan en pequeños grupos y nos asignan alguna tarea.
Supongo que la policía de esta ciudad es corrupta, porque los dueños de esta especie de maquiladora donde trabajamos catorce horas diarias están de acuerdo con las autoridades. Nos despiertan en la madrugada, tragamos como desayuno pelotas de masa rellenas de carne grasosa y un vaso de leche de soya. Luego nos repartimos en nuestros puestos. Yo lleno píldoras con un polvo amarillo y, cuando he vaciado una lata de polvo, coloco las píldoras en frascos. Trabajamos al ritmo de un tronido constante, troc, troc, troc, una matraca eléctrica. Nos duchamos dos veces por semana, los hombres un día, las mujeres otro, de manera alternada.
Ignoro cual es mi salario. Xin Xun dice que nos pagarán dentro de una semana.
Los primeros días de encierro, Xin Xun no me interesaba. Lo único que quería hacer en mi tiempo libre era verme en un reflejo, comparar la imagen de mi rostro con la sensación de palparlo. Poco a poco, mi cuerpo volvió a reconocer su forma y a convencerse de ella.
Luz Irizábal cree que el alma puede reconocer la forma del cuerpo, superstición vulgar. En realidad, es el cuerpo humano (y el cuerpo de los grandes primates, en general) el que sabe reconocer su forma. Gorilas, chimpancés, orangutanes y seres humanos poseemos el don de identificar entre todas las siluetas existentes, precisamente aquella que nos ha sido legada ahora y a cada instante después de ahora. Los animales, incluyendo a los seres humanos, no tenemos alma, tenemos forma y, cuando mucho, algunas especies animales nacemos con el talento para reconocer la propia.
Cuando al fin reconocí plenamente mi reflejo, lo primero que me sorprendió fue la imagen también reflejada de otra persona que había estado observando cómo me observaba. Ella notó que recobraba mi unidad, que yo tomaba súbitamente conciencia de su presencia y desvió la mirada. Luego, tímidamente, sus ojos regresaron. Es una jovencita de la fábrica. No sé su nombre. Ahora tenemos una relación visual muy intensa, pero nunca hemos hablado, sólo podríamos comunicarnos con señas. Xin Xun, en cambio, me sedujo con la palabra. Ahora me traduce, por las noches, un libro muy antiguo: Las diez preguntas.
Se trata del manual erótico conocido más antiguo del mundo. Un rollo de bambú de más de dos mil doscientos años de antigüedad que, junto con los otros textos sagrados encontrados allí, me convertirá quizá al taoísmo. Porque es una evidencia que las otras religiones que condenan el sexo son falsas. Hasta donde conozco, sólo el taoísmo y algunas sectas budistas se salvan. Sólo éstas reconocen que quizá el más grande mal de la humanidad proviene en primer lugar de la torpeza y la frustración sexuales. Todos hemos encontrado a esas personas amargas, agresivas, pesimistas que en México llamamos malcogidos, pero cuyo equivalente, estoy seguro, existe en la mayoría de las lenguas (son los malbaisés, los nefutut). El semen acumulado y la libido podrida en sus vísceras se concentran en sus glándulas y cuando abren la boca su aliento se impregna de esa bilis estancada. Trátese de un eyaculador precoz y estará ansioso, agresivo, será acumulador e irresponsable. Sea una mujer frígida o un hombre sin apetito sexual y entonces las sales y los azufres de sus flujos muertos se cristalizarán en las paredes de sus vejigas, acidularán su sangre y generarán en sus cerebros falacias y rencores. Tales individuos son numerosísimos y sólo podemos culparlos de no saber o no poder amar. En realidad, los culpables son la historia de Occidente, el puritanismo del emperador Augusto y los prejuicios de las religiones que provienen del desierto. Y es obvio que sólo una religión que recomiende colocar sobre los lechos matrimoniales estampas eróticas para estimular el flujo eterno del ji puede ser verdadera, por lo menos frente a aquéllas que colocan sobre la cabeza de los amantes la figura poco estimulante de un dios muerto.