20101125

¿Por qué el neoliberalismo mexicano fue tan radical?


México acogió el neoliberalismo en los años ochenta del siglo XX con un particular fanatismo. ¿Por qué acabó perdiendo su sistema bancario a manos de instituciones de crédito extranjeras? ¿Por qué dejó de invertir en innovación tecnológica en PEMEX, a diferencia de lo que hizo Brasil con Petrobras? ¿Por qué siendo el país hispanoparlante más poblado de América Latina no buscó invertir en la industria editorial y del software en castellano? México vive hoy de remesas de migrantes, de lo que queda de la explotación del petroleo (no de la poderosa industria petroquímica que aún existía en los ochenta), de inversión extranjera directa y turismo, además de algunas pocas empresas exitosas en exportación como cementeras y cerveceras. A cambio, compramos todo producto y servicio sofisticado del extranjero: desde las máquinas del programa Eco-Bici hasta las ediciones de nuestros propios libros (en Barcelona o Madrid).
Cuando se debate sobre izquierdas y derechas políticas se suele recurrir a ejemplos extremos: decimos al izquierdista que Corea del Norte y Cuba son sistemas políticos que evocan otras épocas porque el control central de la economía, la vigencia de monarquías comunistas y la ferrea censura son condenados por la mayor parte de los países. Decimos al partidario del libre comercio que el neoliberalismo tatcheriano evoca un pasado superado: luego de las crisis bancarias de los años 90 y de la primera década del siglo XXI, se reconoce de manera creciente un papel dirigista e intervencionista al Estado en ciertas áreas. Luego, siguiendo la estrategia sofista del sorites, vamos acorralando a nuestro adversario con ejemplos que sólo difieren un poco de aquellos casos extremos de Cuba o la Inglaterra de Tatcher.
Pero siendo sinceros, hoy la discusión seria no está en los extremos. Lula en Brsil fue un gran cancerbero de la macro-economía neoliberal sin dejar de aumentar el presupuesto contra el hambre y reducir las cifras de pobreza. Obama ha rescatado al sistema bancario de su país sin por ello traicionar el liberalismo económico.
Pero México, como decíamos, dejó morir a Pemex, a la poderosísima industria editorial mexicana, al cine que en los años 50 y 60 era la referencia obligada en Iberoamérica, a la banca nacional, entre muchos otros ejemplos.
¿Por qué? Aquí, no siendo economista, recurro al viejo y manido libro de Octavio Paz: El laberinto de la soledad. Los mexicanos somos, en promedio, más malinchistas que otros pueblos. Lo extranjero tiene un brillo y un olor que nos seduce (aunque conviva con un patriotismo superficial). Mi hipótesis, entonces, es muy sencilla: la llegada del neoliberalismo vino a articularse con nuestro talante malinchista: "que mi libro se edite en España se ve mejor y me da más prestigio que si se editara en México", "que compremos tecnología noruega para perforar pozos nos asegura que no tendremos accidentes, como sí ocurriría con maquinaria made in Mexico", "que nuestro multimillonario Carlos Slim lo sea sin haber inventado o innovado nada en la industrai de la telefonía y las telecomunicaciones, es así porque toma astutamente del mundo lo que necesita y que México no produce", "que la banca en México sea española, canadiense y estadounidense nos garantiza que nigún mexicano ladrón e incompetente nos robe de nuevo", etcétera. El resultado está a la vista: malinchismo y neoliberalismo son la mejor combinación... para tener un país que sólo sabe admnistrar su pobreza, para no salir de ella.