20090730

Manual práctico de las distancias cortas XIII: De los incunables y las antípodas

-Hello.
-¿Santiago?
-Ah, mamá. ¿Cómo estás?
-Bien, hijo, pero no te reportas ¿dónde has andado?
-Aquí, ma, tengo mucho trabajo. Y el fin de semana fuimos a Nueva York, por eso no te hablé.
-¿Con la chica mexicana que conociste?
-Sí, con Rosalba. La llevé a Broadway. Vimos El fantasma de la ópera. Ella quería conocer.
-¿Ella quería conocer? Si tú eres el encargado de completar su educación, te vas a tardar mucho.
-Ja ja. No empieces, ma.
-Te apuesto que no pagó ni sus toallas higiénicas.
-Ja ja. No seas dura. Te expliqué que no tiene beca.
-Lo que no tiene es vergüenza.
-Por lo menos me divierto con ella, ma.
-Y a qué precio ¿no tienes otras opciones de entretenimiento más edificantes?
-Rosalba tiene su encanto. Sabías que hay un profesor que la llama la Frida Kahlo de aquí, ma.
-¿La Frida Kahlo? Debe ser profesor de matemáticas para compararlas. No debe saber nada más de México.
-Ja ja. Madre, ya deja tranquila a Rosalba.
-¿Llevaba en el teatro sus escotes especiales?
-Ja ja.
-¿Cómo iba vestida? Te estoy preguntando…
-Se puso un huipil recortado y ajustado, ja ja. No todo el mundo es católico apostólico y remocho como tú.
-Mira, yo tengo amistades que tienen cascos livianos pero Rosalba además es vulgar ¿te sigue mandando poemas copiados sin el nombre del autor?
-No debí leerte ese fragmento, mamá. Pero era una consulta profesional, pro-fe-sio-nal ¿me oyes? sobre el significado del verbo engarrafar. Pero no te vuelvo a leer partes de sus cartas, mamá, porque los haces pedazos.
-Esa Rosalba es una golfa de película. ¿Dónde leyó esas poesías satíricas del Siglo de Oro?
-¿Estás segura, mamá, que son del Siglo de Oro?
-Que si estoy segura. ¿Sabes? Tu muchachita citó también La Gitanilla de Cervantes. “Un lunar tienes, ¡qué lindo! ¡Ay, Jesús, qué luna clara! ¡Qué sol que allá en las antípodas oscuros valles aclara”. Lo sospechaba cuando me lo leíste emocionado, creyendo que te estabas acostando con un portento literario. Pero ya lo confirmé: nada menos Miguel de Cervantes Saavedra.
-¡Rosalba no contaba con la erudición de mi madre! Ja, ja. ¿Y las antípodas en ese poema significan el trasero, mamá?
-Ay Santiago, las antípodas cuando estás en Boston deben estar en Pekín, pero cuando estás en Pekín están en Boston. Entonces depende de qué parte de tu cuerpo tenía metida en la boca tu amiga.
-Ja, ja, ja. Cómo me haces reír, mamá.
-¿Qué más te ha escrito Rosalba?
-No, te digo que ya no te voy a leer nada de sus cartas, mamá, no es sano. Solamente dime qué es la candelilla.
-Debe ser el pene, hijito de mi alma. Ni siquiera entiendes lo que te escribe y ella seguramente tampoco. Me imagino que copia fragmentos de libros que huelen a semen de otros lectores.
-Ja ja. Sí, seguramente. ¿Y el verbo enquillotrar?
-¡De dónde saca todo eso esa chica! Debe de significar excitar. Pero depende…
-Y qué son los bizcochos de galera, mamá.
-¡Basta! ¡No soy tu diccionario de castellano antiguo, soy tu madre! Pregúntale a tu ninfómana analfabeta o por lo menos léeme todas sus cartas ¡y completas!
-Ya ves, te gustan, ja ja. Rosalba no es tan inculta. Se pasa todas las mañanas en la biblioteca y en las tardes vamos juntos al gimnasio.
-¿En las mañanas se masturba con incunables de los archivos de Harvard?
-¿Incunables? ¿Incunables son bebés que no duermen, mamá?
-Qué tonto. Son libros antiguos de caracteres móviles.
-Pues eres adivina, ma. Rosalba va a un archivo reservado.
-¡Qué horror! No deberían dejarla entrar.
-Es que está inscrita en master. Me contó que consultó un libro erótico medieval, el Speculum al foder.
-Óyeme, el país no te mandó a estudiar al extranjero para que pierdas el tiempo jugando esgrima y manteniendo golfas.
-Reconoce que estás celosa, ma. Porque a Rosalba también le gusta la literatura antigua. Ahora quiere aprender francés para leer relatos eróticos del siglo XII.
-¿Qué dices?
-Es que quiere leerlos en la versión original, ma.
-¡Qué burra! Tendría que aprender occitano, anglonormando o algo así, no francés. Esa Rosalba es una farsante. ¿Dices que primero estudio veterinaria, no? Pues que se ponga a criar vacas o que se vaya a trabajar en una casa de citas.
-Tampoco exageres, mamá. Bueno, mejor luego hablamos.

20090722

Manual práctico de las distancias cortas XII: De los besos

Me levanto de la cama sintiéndome como un enfermo de anemia. Muelo café. El amargo perfumado del moka (a falta de una máquina para preparar espresso) disuelve el otro amargo que la noche ha fermentado en mi boca. Despierto completamente. Me doy un baño. Ya me siento fuerte y sano. Me visto. Lavo jitomate y lechuga para Cordelia, mi amada tortuga. Antes de irme le doy un beso (a toda velocidad para evitar una eventual mordida, que sería catastrófica para nuestra relación). Este es el significado original de los besos: despedidas, saludos. En cierto momento del derecho romano el ius osculi, el derecho de besar, servía para formalizar una promesa de matrimonio o, según Gelio y Plinio, para que el marido verificase si su mujer había bebido. Comprendo que hoy se usen los besos mientras se espera el autobús a dos o en el consultorio del dentista en vez de leer revistas, o bien al hacer el amor como complemento de otras actividades más profundas (pues no estorba besarse en estos casos); me parece más polémico determinar si los besos tienen una función en sí mismos. Besarse por besarse, en vez de leer. Besarse y perder la luz verde del semáforo por ello. Quizá la banalización de los besos es la mejor prueba de que nos hemos convertido en una civilización de ociosos.
En la universidad hay elecciones. Al llegar voto contra Raúl Gallino que quiere dirigir el departamento de humanidades. Luego, mi clase transcurre casi sin pena ni gloria, excepto porque un par de comentarios de los alumnos me reconforta: de su participación infiero que no todos estos muchachos serán adictos a la televisión, que sabrán disfrutar de la vida leyendo a los clásicos en baratas y buenas ediciones disponibles en las librerías de viejo. Además, me parece que desde el punto de vista político serán impredecibles, lo cual es bueno; es un orgullo que no estemos inoculándoles nuestras propias militancias e ideologías políticas.
Al salir de la universidad, esa tarde, contemplo con placer los resultados de la derrota aplastante de Gallino: 228 votos para la Doctora Rosa María Talancón, 79 para Heriberto López y apenas 13 para mi némesis. Además, Gallino ha sido derrotado en todos los sectores. ¡Viva la unión de los estudiantes, los trabajadores administrativos y los académicos de la universidad! Sólo queda que el Consejo Académico ratifique nuestra decisión. A veces la vita e bella.
Ya en el calor de mi hogar, con Cordelia a mis pies, leo un ensortijado artículo sobre lógica deóntica. Vista la literatura reciente sobre el tema, éste parece estancado o como avanzando hacia atrás, si se puede decir. En cada fin de párrafo me distraigo y pienso en Luz Irizábal. ¿Qué demonios es el vulvaluz? ¿Qué le diré cuando nos encontremos? ¿Podré levantarme de la mesa en el restaurante donde nos demos cita o una descortés erección me traicionará desde el instante mismo en que la tenga enfrente? Retomo la lectura acerca de la lógica deóntica condicional. Pero un molesto grano amenaza con salirme sobre la comisura de los labios. Me rasco. Me sale sangre. Vuelvo a leer por tercera vez el mismo párrafo, tratando de concentrarme. Me rasco de nuevo. Me rasco el resto de la tarde-noche.
Al día siguiente, amanezco con un chancro en la boca. La tasa de café caliente me alivia un poco al cauterizarme la herida purulenta. Antes de salir a la universidad, busco a Cordelia. “¿Acaso fuiste tu la que me ha contagiado y producido este horrible chancro?” le digo al oído.
Metrobús. Vestíbulo de la universidad. Sorpresa e indignación. El Consejo Académico ha designado como jefe de departamento a Gallino. ¡Esas son chingaderas! La vita e una schifezza impressionante. Porca misèria. Fuck off. Hablo con algunos colegas. La mayoría de los profesores del departamento estamos consternados. Un piquete de académicos al que quieren sumarse dos estudiantes grillos vamos a exigir explicaciones a nuestros representantes en el Consejo.
-El voto es secreto –arguye Arciniegas, el representante de humanidades, mientras cuatro nos apelotonamos en la puerta de su cubículo.
-Ni madres –sentencia Jorge López-, es obvio que votaste por Gallino. Nos traicionaste.
-Si acaso fuere el caso, no se trataría de una traición, sería mi derecho como consejero. Sólo debo responder ante mi conciencia –balbucea nervioso Arciniegas.
-Además de tramposo eres un mamón.
-¡Calma, calma! –tercio yo, con el único fin de que Jorge no acabe con un acta administrativa encima por insultar a un colega, aunque éste, a mi juicio, se lo merezca.
-Vámonos –propone prudentemente Silvia Betancourt.
Frente a la cafetera, los cuatro profesores nos lamentamos del vergonzoso estado de funcionamiento de la representación universitaria.
-¿Sabían lo que dijo Gamaliel Castillo, el representante de comunicación? –inquiere Silvia.
-¿Qué? –preguntamos en coro.
-Le dijo a Yolanda, la secretaria de Fernández, que si Gallino es hombre o bestia no era su problema, que Gallino le prometió que, una vez nombrado, le daría a su vez su voto para jefe del departamento de comunicación.
-¡Qué cinismo! –digo.
-¡Qué vergüenza! –se indigna Jorge-. ¡Es el mercadeo de votos en la universidad!
-No es nada nuevo –sentencia Laura Takada-, pero desde la última elección ya se me había olvidado que suelen hacer sus cochinadas ¿Qué te pasó en la boca, Bernardo? Tienes un herpes.
La pregunta-afirmación me intimida.
-Sí, una infección.
No puedo confesar que beso a Cordelia todos los días, al salir de casa y al regresar del trabajo. Esa noche estoy triste. Tengo ganas de escuchar música idiota. Pongo el disco donde la primera dama de Francia, Carla Bruni, canta a Brassens:

"Quand je pense à Fernande
"Je bande, je bande
"Quand je pense à Felicie
"Je bande aussi
"quand je pense à Léonor
"Mon dieu je bande encore
"Mais quand j' pense à Lulu
"Là je ne bande plus
"La bandaison papa
"Ça ne se commande pas"

Una traducción libre, cambiando los nombres propios para respetar las rimas, desde luego, da lo siguiente:

“Cuando yo pienso en Sara
"Se me para, se me para
"Cuando pienso en Marlén
"Se me para también
"Si pienso en Sofía
"Se me para todo el día
"Pero en Inmaculada…
"Y no se para nada.
"Pues la erección, mano
"No se decide, no.”

20090710

Manual práctico de las distancias cortas XI: Del discurso erótico universal

Pellejo con pellejo, dentro y fuera, pegados y abrazados pelo a pelo, hacemos que tiemble la cabecera y hasta vienen gatos que están en celo. Ay papá, alcahuete y hechicero, que me traes embaucada por tierra y cielo, déjame que le ponga su capuchón antes de revolcarnos en el sillón. Engarráfame, torote, y ¡A cuatro patas gozar! con mugidos y meneos, vamos a hacer contrapar. Éntrale, ándale, que cuando se infle como ninfa voy a estar. Que el baile de tus caderas me abra más ancho que el mar. ¡Ay, Diosito, qué sabroso! Acaricia ese lugar, más abajo, más abajo, baja sin reflexionar.
Rosalba de las centurias, me he plagiado a los poetas, en tina con aguas turbias donde me verás las tetas. ¡Oh, sí! Me besaras con besos de tu boca y nos chuparemos las lenguas porque mejores son tus amores que el vino pinot noir de la Borgoña. Y de tu verga no me avergüenzo, porque yo soy tu Doña, coño. Huelo el olor de tus suaves ungüentos y tu nombre es como ungüento derramado. Te volveré a meter en mi recámara pero te advierto que si no te superas me acordaré de mis mejores amantes con los ojos cerrados. Si tus manos no están a la altura de ellos te dejaré haciéndome el amor y yo me fugaré mientras tanto con mis recuerdos, que siguen siendo bien ricos. Oh hija de Tenochtitlán, codiciable entre las mejores nalguitas de la burguesía, que no te importe que sea morena, no seas naco, aunque aquí esté lleno de güeritas tan guapas. Hazme saber, oh tú, becario del Conacyt a quien ama mi alma, si además de caerme bien también sabes satisfacerme; dime dónde has apacentado antes, dónde sesteaste ayer al mediodía que te volaste la clase. Yo soy la rosa de Boston y además las gringas nerds ni te pelan, yo soy el lirio de los valles y ellas te desprecian por tu acento. Soy como el manzano entre los árboles silvestres de donde comió un inmigrante clandestino, exhausto, en una colina de California, acosado por las sirenas de la migra y, aunque soy bien inculta, me gusta reescribirte este poema. Me gustan las bibliotecas de Harvard porque en ellas puedo encontrar libros en español que robarme. Es un decir, libros que reescribir, libros que chupar y escupir con las letras en desorden. Aquí hay uno de erotismo medieval pero está en francés y no entiendo ni madres. Así es, mi estimado, bajo la sombra de mi asesor me he sentado y ahí está enfrente el pendejo creyendo que estoy escribiendo la tesis, mientras con rostro solemne te chaqueteo, cabroncito. Debes saber que cuando sepa cómo me chupas aquellito dejaré de dudar y sabré si eres tú mi amor eterno, mientras tanto eres nomás un pretendiente más. Y agradece que mi ex sea un imbécil. Es aburrido. Es un gringo feo, mientras tu el día domingo me diste una prueba, me lo hiciste de maravilla en esta misma biblioteca. Me pusiste tu cosita en el estante para libro único que llevo entre las piernas. Qué rico sentir ese placer. Pero cuando me llevaste a tu dormitorio para rematarme y con prisa quisiste clavar tu bandera sobre la luna, cual soberbio astronauta, echaste todo a perder, y no se trataba de eso, güey. De todos modos, te daré una oportunidad, por lo pronto cazaré a esa zorra, la zorra pequeña, con la que salías, porque las zorras echan a perder las viñas y nosotros tenemos qué fabricar mucho vino. Nuestras viñas estarán en ciernes, amado mío. Tu vello púbico es como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad, tus dientes son espadas y yo ya me estoy pasando. Si mi asesor lee lo que estoy escribiendo me va a correr de la universidad porque estos académicos gringos no tienen sentido del humor y respetan más a los libros que a las personas. Y además éste es judío y ahora me estoy fusilando el Cantar de los Cantares. Te amo... hasta crees. Bye. Rosalba

20090701

Manual práctico de las distancias cortas X: De los passwords y la animaloterapia

Regresé al DF maquinando estrategias y tácticas de seducción. Rosalba me había dado una clave de entrada con Luz Irizábal. “Para encontrarte con ella –me dijo-, dile simplemente que conoces su vulvaluz, así nomás, y luego dale una cita en algún lugar. Vendrá, aunque tenga que cruzar mar y tierra para verte. Es seguro que vendrá. Luego, cuando la tengas enfrente, ves cómo te las arreglas para cogértela.” Era una propuesta muy extraña. Rosalba no había querido explicarme qué significaban esa suerte de palabras mágicas, conozco tu vulvaluz, sólo me había dado el teléfono y la dirección del matrimonio en Guadalajara para entrar en contacto con Luz y pronunciarlas. Pero antes de hacerlo, debía entrenarme. El locus classicus para inspirarme era, desde luego, el Diario del seductor del danés Søren Kierkegaard, que afortunadamente estaba en mi biblioteca.
En la contestadora del departamento tenía solamente dos mensajes: Serendipiti que quería que nos viéramos para que le contara lo que había ocurrido y un empleado de la veterinaria “Mi mascota” que preguntaba a qué hora podía llevar un paquete a mi domicilio.
-Quiero saber de qué se trata –les dije por teléfono a los de “Mi Mascota”.
-Es un regalo de la Señora Rosalba González, Señor. Es una mascota sorpresa.
Le expliqué que vivía en un departamento y que no podía recibir el paquete si no me decía antes qué animal contenía:
-No puedo aceptar un Gran Danés, aunque sea de regalo…
-No se preocupe, la mascota que le han regalado es menos voluminosa.
-¿Y qué es?
-Una tortuga terrestre –dijo el empleado con complicidad bromista.
Rosalba, mi ex-amante la veterinaria tuerta, alias "Shamanta", me enviaba una tortuga terrestre de regalo. Al día siguiente, decidí ir a ver al animal a la tienda, para decidir si lo adoptaba o no. Perdí casi una hora para llegar a la veterinaria de Perisur, justo antes de que cerraran. Se trataba de una tortuga de unos 30 centímetros y pensé que no podría hacerme cargo de ella.
“Necesitas una compañía o te vas a volver loco –decía Rosalba en la tarjeta de regalo-. Fue criada en cautiverio, así que tenerla no es un atentado contra la fauna silvestre. No vive en el agua y sabrá adaptarse a tu departamento. No es agresiva, pero no insistas en hacer que te muerda porque te morderá.”
No podía rechazarla, si acaso deshacerme de ella más tarde y decirle a Rosalba que se había escapado. Regresé al departamento con el animal y lo dejé encerrado en el baño, para que no rayara el parquet. Preparé mi clase del día siguiente rápido y mal para poder empezar a leer la novela de Kierkegaard. Qué decepción. Admiro tanto a Kierkegaard como filósofo pero me parecía que esta novela no estaba a su altura. Tiene muchas partes cursis o estúpidas. No hay diálogos. Lo mejor son algunos comentarios, no la narración misma. Sin embargo, al leerla confirme la hipótesis de Rosalba de que el seductor es quien conjura el azar, siempre y cuando sepa esperar: “Ahora basta un poco de paciencia y nada de avidez; ella fue la elegida, algún día me ha de pertenecer” escribe en su diario el seductor kierkegaardiano acerca de su víctima, Cordelia, el 4 de abril. Pensé en la tortuga y fui a buscarla. No había ensuciado el baño. Le sequé las patas con papier cul, como dicen los franceses, y la llevé conmigo a la sala. Antes de retomar la lectura tuve una iluminación: la tortuga se llamaría Cordelia, como el inocente personaje femenino de Kierkegaard.
Subrayé el pasaje donde Kierkegaard explicaba la dificultad de seducir en los salones de la alta sociedad, donde “las muchachas están ya armadas con todas sus armas; de modo que, como la situación es siempre la misma, no puede suscitarles alguna voluptuosidad. Por las calles, al contrario, están como en alta mar […] Por la sonrisa de una muchacha, en la calle, cuánto daría; y qué poco por un apretón de manos en sociedad. Porque aquí hemos de conseguir nuestras presas sólo con viejos procedimientos”. El párrafo me produjo cierta ansiedad. El problema para aplicar el consejo del seductor de Kierkegaard es que nunca cruzaría a Luz Irizábal en la calle, no sólo porque ella vivía en Guadalajara y yo en México, sino porque debía ser una mujer emperifollada que seguramente no se bajaba nunca de su auto. Cogí el teléfono, dispuesto a llamar a Guadalajara y acabar de una vez por todas con este reto, pero enseguida me pareció más prudente enviar un mensaje escrito. Hacía años que no redactaba una carta a mano, y no sabía dónde ir a comprar sobre y estampillas de correos. Entonces busqué a Luz Irizábal en Google y la encontré en Facebook: “Querida Luz: conozco tu vulvaluz”, iba a escribir en mi solicitud de amistad, pero la frase me sonaba completamente estúpida. Estaba sonrojado. La situación se tornaba ridícula. Borré el inicio y envié: “Conozco tu vulvaluz”.
Sorprendentemente, Rosalba tenía razón. Al día siguiente, la Señora Irizábal ya me había dado un pasaporte para entrar en su mundo. Éramos “amigos” en Facebook y yo podía ver su perfil de revista, husmear en sus álbumes de fotos, peinar su lista de amistades, leer los intercambios de bromas con sus amigas, las “causas sociales” que apoyaba y muchos otros detalles de su vida. Luz tenía 269 amigos entre los que debían encontrarse (viendo los peinados y los apellidos) muchos de los integrantes de la crema y nata de Guadalajara. En las fotografías de innumerables fiestas pude adivinar quién era su marido, Santiago Irizábal: lo veía en una comida familiar vestido con una camisa lacoste rosa, conduciendo un velero en Puerto Vallarta, al lado de un muñeco gigante en algún parque de diversiones de Estados Unidos... en atuendo de esgrimista con un trofeo en las manos. La visión panorámica del perfil de Luz Irizábal en Facebook, de su vida privada y social, me llenó de entusiasmo. Era una mujer muy bella y tras la frivolidad de su mundo parecía ocultarse una criatura adorable. En sus fotos no posaba sino que se dejaba ser tomada, como esperando que el fotógrafo pudiera capturar su fragilidad interior.
Junto con la aceptación recibí un mensaje privado de Luz: “Hola, Bernardo. Te confieso que no te ubico. No entiendo cómo sabes eso de mí. Veo que no tenemos ningún amigo común en Facebook, lo que me tranquiliza por un lado. Espero que nos veamos lo antes posible. ¿Estás en el Distrito Federal?”