20100726

Silogismo electoral versátil (3)


El Zócalo estaba lleno de gente este domingo 25 de julio en el relanzamiento de López Obrador. Si con Spencer Tunick fuimos 20 mil encuerados, calculo a ojo de buen cubero que El Peje logró reunir a más de 100 mil. Suponiendo que la mayoría fueran “hombres y mujeres libres”, como dicen hoy lunes los cronistas de La Jornada, en todo caso eran hombres y mujeres que confiaron su libertad individual a una organización social, a veces a un líder clientelista. Porque el 80% de la gente, calculé desde mi vista panorámica en el hotel Majestic, formaba parte de un contingente uniformado con gorras del mismo color, playeras identificantes, paliacates y, sobretodo, porque las propias mantas solían dar cuenta de un liderazgo personal, del tipo: “El C. Carlitos Ramírez Portales y la organización UPZ apoyan a AMLO para la presidencia”. Obviamente, este corporativismo está muy lejos de la rigidez de los mítines de candidatos presidenciales priístas, con la plancha del Zócalo perfectamente cuadriculada, como esas colchas fabricadas con retazos de tela. En la asamblea de AMLO, en cambio, había ese 20% o 30% de electrones libres: izquierdistas barbones sacados de una historieta de Rius, feministas con huipiles elegantemente ajustados en el talle, viejos profesores con el clásico saco de pana café y la camisa de mezclilla, monjas travestidas de civiles pero inconfundibles por sus modestos zapatos flexi, sus faldas azul marino, sus calcetas hasta la rodilla y las blusas abotonadas hasta el esternón. Los ancianos son una categoría aparte: agradecidos por la modesta pensión que Andrés Manuel les confiriera siendo Jefe de Gobierno, suelen venir solitos.
También son un caso especial los hombres y mujeres del estrado: brillantes intelectuales radicales como Jesusa Rodríguez y Jaime Cárdenas; los inevitables expriístas de última hora que serán aceptados en el círculo mientras su pragmatismo sirva a los fines superiores que encarna el líder; y, desde luego, los personajes más consecuentes de la izquierda mexicana: Elena Poniatowska, Rosario Ibarra, etc.
Pero no, no es el corporativismo de esta izquierda el que me saca ampollas. Adherir a una organización social para ver cumplidos los derechos sociales básicos no es culpa del adherente. Aunque compadezca a esa gente que escuchó de pie tres horas de discursos bajo el ojo vigilante de su “líder”, quizá queriendo irse por ahí a pasear y conocer el Centro Histórico, pero teniendo que oír otra vez los mismos discursos enfáticos sobre la corrupción y la justicia... aunque los compadezca, no condeno al Peje por ello. Así es México y mientras las clases privilegiadas pueden resolver sus problemas con amistades y tráfico de favores, el resto, en cambio, realiza necesariamente trueques con lo único que puede intercambiar: su cuerpo, su presencia, su promesa de fidelidad política, su voz desgañitada en la plaza, su piel quemada por el sol o mojada por el chubasco.
Lo que a mí me saca ampollas de AMLO es la superficialidad de algunas de sus propuestas. Propone, por ejemplo, que los ministros de la Suprema Corte deben ser electos, como lo proponía la Constitución de 1857. Pero resulta que los tribunales constitucionales nacieron para velar porque los derechos de las minorías (religiosas, políticas, étnicas) no fueran avasallados por las mayorías. En un país mayoritariamente católico y supuestamente mestizo hacen falta ministros que protejan a judíos y protestantes, homosexuales y lesbianas, lacandones y menonitas, no más representantes populares de la mayoría. Además, historiadores como Enrique Krauze han mostrado que la fascinación del Peje por la República Restaurada (por Juárez y los liberales de la Reforma) parece más un talismán autocomplaciente, una especie de pensamiento mágico y mesiánico, que un síntoma de visión de Estado y de auténtica cultura constitucional. ¿Por qué El Peje no basa su propuesta en análisis de política comparada? ¿Por qué su modelo es la vieja Constitución de 1857 y no la constitución de una democracia constitucional contemporánea? ¿Ignora que entre 1857 y nuestros días ocurrieron dos guerras mundiales, un puñado de genocidios, el reconocimiento de nuevos derechos sociales y multiculturales?
Me pregunto para qué sirven entonces sus asesores ¿ellos también deben ser electos popularmente? Otro ejemplo: cuando AMLO ofrece a su multitud bajar los precios de la gasolina y del diesel (esos combustibles fósiles generadores de gases de efecto invernadero), no lanza simultáneamente ninguna propuesta sobre el calentamiento global (¿un mito genial para nuestro ignorante caudillo?).
En fin, que los fanáticos seguidores del Peje me critiquen por criticarlo. De todos modos, hoy votaría por él. Cuando uno está perdido en una remota playa tropical, a falta de pan y de tortillas debe comer aunque sea las grasosas tostadas del vendedor de mariscos.

20100723

Silogismo electoral versátil (2)


Nadaba de rana, tratando de mantenerme en el levísimo límite entre el aire y el agua. Debía flotar, de otro modo si mi cuerpo se hundía tenía que forzar la nuca, estirar el cuello hacia arriba para poder respirar. Pero tengo la sangre pesada, seguramente, pues al nadar como rana me hundía una y otra vez. Si mis piernas trabajaban cerca de la superficie, era porque mis nalgas se iban a pique. Y cuando lograba que éstas emergieran, pies y cabeza colgaban hacia el fondo. “No sabes nadar de rana -me dijo Rodrigo Baracs, nuestro Tibio Muñoz-, te recomiendo que mires un video de natación en youtube para perfeccionarte”.
Una brillante intuición me hizo tocar con las manos el fondo de la piscina y empujarme con ellas hacia la superficie. Sí, sentí la textura áspera de los viejos mosaicos azules y me propulsé hacia arriba, luego di patada de rana, hundimiento progresivo, propulsión con los brazos, patada de rana, hundimiento progresivo, una y otra vez. Los músculos de mi cuello al fin descansaban porque mis brazos habían entrado al quite, porque podía salir y respirar antes de volver a las profundidades de mi estanque. Patadas de rana para avanzar hacia adelante y movimiento de lagartija con los biceps para subir.
“¿Qué estás haciendo?”, protestó Rodrigo.
“Acabo de inventar el estilo de pejelagarto”, respondí orgullosamente y aceleré el ritmo. Sentí que mi cuerpo estaba diseñado para esa forma de nado, que era un animal anfibio que se reencontraba con sus raíces. Ahora incluso podía empujarme solamente con el brazo derecho y salir a respirar por la izquierda, y viceversa, en un ritmo natural y eficiente.
Nuestros ancestros debieron descubrir de la misma manera el uso de sus extremidades para salir del océano primigenio. Primero habíamos sido bacterias, eucariontes después de algunos milenios, enseguida vinieron el pejelagarto y los peces del fango (nuestros tatarabuelos) y millones de años después los primates, el homo erectus y nosotros como últimos modelos del Geist absoluto.
“Eres un conservador”, pensé para mis adentros mientras me enjabonaba las extremidades en las regaderas. “¿Cómo pretendes votar por Marcelo Ebrad, ese tecnócrata de izquierda? Su estilo imita a Clark Kent, su programa ‘Ecobici’ es un capricho para seducir a los burgueses-bohemios de la Condesa. Y, sobre todo, Ebrard no ha hecho nada para que tengas un centro de trabajo decente. La UAM Cuajimalpa sigue sin contar con un plantel porque el Gobierno de la Ciudad, su gobierno, no ha acelerado los trámites de fusión de los terrenos que nos donó... el Peje. Sí, el Peje. Tu Peje en las elecciones del 2000, en las del 2006. El Peje del ‘éxodo por la democracia’ que exhibió el fraude electoral en Tabasco. El Peje que de joven ayudó tánto a los Chontales de su tierra. El personaje a quien defendiste en 2005, durante el desafuero, poniendo aquella manta en la Torre Eiffel que decía ‘Mexique, démocratie en danger. ¡Viva la democracia, cabrones!”.
Las lágrimas de nostalgia invadieron mi rostro, arrasadas por el agua de la regadera (pero no mancilladas por espuma de shampoo, pues ya no uso shampoo desde que le pregunté a Betty Escalante cuál era el secreto de sus chinos tan enroscados y sexys). Con-movido, con-movilizado políticamente salí de la ducha y me sequé mientras cantaba “La Paloma”, imitando torpemente la voz de Eugenia León. ¿Cómo había podido olvidar la euforia del movimiento post-electoral del 2006? Cual un hombre nuevo, redimido, busqué mi celular para cancelar esa comida con Ana Sáiz el domingo y asistir al mitin de Andrés Manuel, mi líder.

20100712

Silogismo electoral versátil


El voto es secreto cuando uno así lo quiere. He decidido mostrar aquí el razonamiento que determinará mi voto en las elecciones presidenciales en México, en 2012, porque no se trata de una decisión fácil. Durante meses iré agregando aquí mismo premisas o refutándolas. Cambiaré la conclusión (es decir, cambiaré a mi candidato preferido) cuando así se siga de mi cadena de razones y de principios, de mis cálculos y de mis intuiciones, de mis lecturas y de mis conversaciones (en cenas burguesas o en la calle), es decir, de mis deliberaciones de almohada (en las cuales siempre intervienen mis amigos y mis enemigos).
1. “Huye, Adso –le dice Guillermo de Baskerville al joven benedictino en El nombre de la rosa-, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia.” Voté por López Obrador en el pasado, pero hoy preferiría un candidato menos fundamentalista. La cita de Umberto Eco aparece al final de la novela, cuando la lucha entre dos monjes ha provocado el incendio de la biblioteca más importante de la cristiandad, en el siglo XIV. Uno de esos monjes, Jorge, es un cristiano dogmático, enemigo de Aristóteles y de la risa, ancestro de esos militantes que gritan la consigna “esta marcha no es de fiesta, es de lucha y de protesta”. El otro monje, Guillermo de Baskerville, es un franciscano discípulo de Roger Bacon y de Guillermo de Occam, nominalista y empirista británico de Oxford; su curiosidad racional es tanta que acaba sacrificando la abadía entera por buscar la verdad acerca de unos crímenes y de un tratado perdido de ''El estagirita''. En el estado actual de cosas, López Obrador me recuerda a Jorge, apocalíptico, siempre maldiciendo a los corrompidos y trabajando para el día del juicio. Y, aunque Marcelo Ebrad no sea Guillermo de Baskerville, el pleito entre ambos podría terminar con el incendio de nuestra modesta biblioteca (en sentido figurado, pues me cuentan que ya han cerrado la biblioteca del PRD que estaba en Copilco, la "Casa del Sol"). Aunque tanto Baskerville como Ebrard hayan estudiado en Francia (uno filosofía y el otro administración pública), el segundo no es por suerte un intelectual, tiene un interés más mundano en la vida: llegar el poder. Pero posee sin duda mayor formación para gobernar que López Obrador (en un artículo reciente, Federico Arreola, quien apoya a AMLO, dice que éste sí sabe que la riqueza la producen los hombres y mujeres de negocios, aunque hasta ahora no se haya reflejado en sus acciones; como si las muletillas antineoliberales de López Obrador hubiesen sido, durante años, culpa de las malas compañías -los ortodoxos de izquierda-, y él hubiera aprendido economía sin estudiarla, por obra y gracia del espíritu santo). Es verdad que, a diferencia de Jorge y de Cristo, AMLO sí ríe, pero el sentido del humor en su movimiento es peculiar (sátira del poder, burla de los defectos físicos de los políticos) y quien mejor lo encarna es la actríz y dramaturga Jesusa Rodríguez. Decir que AMLO es como un monje cluniacense podría ser sólo un cliché que hayan popularizado Enrique Krauze o Fernando Belaunzarán (a lo largo de estos meses deberé echar un ojo a las mejores opiniones de éstos en el pasado y a las de sus mejores contradictores). Por lo pronto, sin embargo, mi voto (hoy, hoy, hoy), sería por el pragmático Marcelo Ebrard.

20100703

Futbol, panzas cerveceras y la falacia del tuo quoque


Me exaspera que los tipos más inútiles sean, curiosamente, los más indignados y agresivos porque la selección de futbol de México no haya ganado contra Argentina. Leo en la fila del supermercado, en TVnotas creo, que Giovanni Dos Santos cortó con su novia Belinda porque ambos estaban demasiado ocupados: él por el mundial Sudáfrica 2010, ella por su nuevo disco. Se trata de gente que incluso coloca a un lado su vida personal por el trabajo y el dinero, y que por más criticables que sean tienen la virtud del esfuerzo personal. Entones pienso en esos otros que lucen su panza cervecera, que tienen escasa disciplina personal y se regodean en su cultura televisivo-futbolera, esos que despotrican contra los “mediocres jugadores mexicanos” por la supuesta “falta de actitud ganadora”, “el pobre desempeño” y por “haber defraudado al pueblo”. ¿Con qué autoridad moral se atreven esos procastinadores que viven apoltronados frente a la televisión a criticar a aquellos jóvenes trabajadores y profesionales que, por ejemplo, han logrado irse a jugar futbol a Europa?
Luego, mi esposa me muestra que yo mismo no tengo autoridad moral para criticar a los "buenos para nada" críticos cheleros, y no porque yo sea tan huevón como ellos sino porque, como supuesto especialista en lógica que digo que soy, sé que existe una falacia llamada del tuo quoque. Mal bautizada así, en honor a las últimas palabras de Julio César ("¿Tu también, Brutus?"), pues éste no las dijo con ganas de evadir falazmente la crítica verbal de su hijastro sino como expresión de asombro y amargura ante el cuchillo del parricida. Pero falacia al fin y al cabo, aunque su nombre tenga un significado histórico también falaz.
Señalar con el dedo que los demás tienen mayores defectos no es un argumento legítimo para evadir las críticas a algo o a alguien. Uno puede hablar de los derechos humanos en Cuba aunque ciertos militantes blandan la espada blandengue de la comparación: “Pues en México, en Estados Unidos y en Puerto Rico también se violan derechos humanos”, dirán y repetirán para tratar de acallar al crítico. Cometerán la falacia porque podríamos agendar sesiones de discusión sobre los derechos humanos en México, en Estados Unidos y en Puerto Rico, respectivamente, sin que eso impida que ahora o más tarde, pero algún día, analicemos también los derechos humanos en Cuba. La falacia del tuo quoque no representa un ascenso semántico hacia el análisis de otro tema, sino una burda manera de parar la discusión.
Dice un proverbio rumano que “hay que hacer lo que dice el cura, no lo que hace el cura”. Un cura puede ser un pederasta incurable y, al mismo tiempo, poseer una mente clarividente y un juicio certero. Por ejemplo, un cura pederasta que dice que la pederastia es mala no comete falacia alguna. Comete, es cierto, lo que los pragmatistas nos han enseñado a llamar una “contradicción performativa”, una contradicción entre el hacer y el decir, pero no una falacia lógica.
Eh ahí, entonces, la diferencia entre el reproche por la falta de autoridad moral y la falacia del tuo quoque. El primero es un juicio moral válido, mientras que la segunda evoca un argumento descriptivo inválido. El cura pederasta o el "bueno para nada" crítico futbolero quizá no tienen “autoridad moral” para predicar lo que está bien o está mal, pero pueden llegar a lanzar juicios certeros. De hecho, algunas de esas personas que viven delante de la televisión y no aportan mucho a su entorno, aparte de mensajes linchadores en Twitter o Facebook, deben saber algo de futbol. Muchas de sus críticas deben ser ciertas, aunque provengan de una contradicción performativa. Entre Giovanni Dos Santos y el Don Inútil troglodita aficionado, me causa admiración Giovanni dos Santos y me rebasa ver que el segundo tenga la desfachatez de criticar a la selección de futbol; pero, como dice mi sabio maestro Carlos López Beltrán, ese inútil Don Troglodita aficionado quizá sirva para eso y, desde su desvergüenza, tenga razón. Pésele al Don Perfecto a quien le pese.