20191206


Compro alegrías de amaranto, a un niño, en la calle. No debería. El trabajo infantil debería estar abolido. No tienen etiqueta de ingredientes, ni fecha de caducidad, ni logo, ni código de barras. Pero el niño me exigía que le comprara con tanta desesperación. Y las alegrías estaban a muy buen precio. Son bloques grandes, rectangulares, que me sacian más que el "fruit cake" navideño que compramos en el restaurante de la Condesa. Y están deliciosas con un café con leche. Y me hacen pensar que vivo en un país milenario, que de alguna manera resiste al Apocalipsis.

20190331

Canto a una hamburguesa vegana

Amarilla parda / mostaza agripicosa. / Pepinillo en vinagre. / Abro la boca. / Con la lengua toco el borde de tu carne*. / Me voy manchando de salsa de tomate. / Himen espiritual que al romperse me libra / siglos y mares: / los nibelungos, / los sajones conquistando romanos, / o al revés. / Wagner, las walkirias, / Nietzsche, Engels y Marx. / Jóvenes embarcados / a los Estados Unidos de América. / Los pleitos en el barco con / celtas pelirrojos, / hambrientos por hongos en las papas. / Nueva York, / las filas de Ellis Island. / Y, por fin, en medio de Nebraska, / este café con barra de aluminio................................................................................................................................................................................................................................................................................................ . . *Hamburguesa de "carne" hecha de huitlacoche y elote en Piyoli, José Martí 27, colonia Escandón. Este poema es un homenaje a la mejor hamburguesa vegana que he probado.