20100606

El águila y la serpiente


Arriba, las nubes con sus ojos bien abiertos lloran la lluvia. Ahí se ven los pajaritos de la lluvia, que nosotros llamamos golondrinas, y que la anticipan con sus revoloteos. Al tocar la tierra, la lluvia es humedad y alimenta al venado y a su hembra, alimenta al hombre quien también anticipa la lluvia con sus ritos. Hombre-venado, hombre-golondrina. Al nivel de la tierra: velas, peyote, maíz, flechas ceremoniales, ofrendas. En el centro de la imagen, el sol y su alma, que es un águila, devora al viento que ondula, es una serpiente. Las alas son las de la nube divina que se aleja para regresar después con ofrendas sagradas. Este cuadro fue fabricado con estambre por el gran artista huichol Santos de la Torre Motoapohua o Motoaopua. Una de sus obras está expuesta en París, en la estación del metro Louvre.
Pero Motoaopua vive al día en la sierra de Nayarit, aunque su obra se exponga en el mundo. Cuando vendió el cuadro que ves aquí, con el dinero que obtuvo lo primero que fue a comprar fue una vara para el violín de su nieto. Motoaopua pinta los mitos de su pueblo. El gran antropólogo alemán Konrad Preuss nos enseñó que a través de los mitos de coras y huicholes, podemos entender la cultura de los antiguos mexicanos. En el Codex Vaticanus B. aparece la imagen de un águila (el sol) que atrapa a un conejo (la luna) que está en la boca de la serpiente emplumada (la aurora). Preuss la reproduce en su texto de 1905, titulado "La influencia de la naturaleza en la religión de México y los Estados Unidos". Así, es posible que los huicholes nos den en sus mitos la clave del significado del escudo nacional de México. Los rayos del sol son el pico del águila que anda tratando de cazar al viento, serpiente emplumada. Pero la gente de las ciudades nos hemos vuelto demasiado brutos y ni siquiera levantamos la cabeza del asfalto. Este cuadro les parecerá a algunos naïf y falto de sentido. El mito huichol del águila y la serpiente es para ellas demasiado abstracto (obviamente, pues muchas personas ya no son capaces de distinguir un gorrión de una golondrina, una jacaranda de un tabachín, menos aún de reconocer en el viento una serpiente huyendo de los rayos de luz). O quizá no sea un problema de algunos urbanos alienados, sino que ver en la naturaleza un rostro sea un privilegio de quienes tienen una cosmovisión animista, una mirada indígena. Pero Motoaopua nos da parcialmente este privilegio gracias al arte, nos presta sus ojos. Mira de nuevo la imagen, primero cada uno de sus detalles y luego con una mirada panorámica. Da un doble click sobre ella.