20091230

Manual práctico de las distancias cortas XXII: Del amor "lato sensu"





























Mira bien, cabroncito, esta que ves es una alegoría del amor con la que te vas a identificar. Los gallos que ella coge del cuello todavía tienen la fuerza para agarrar cada uno a una pantera que destripa a una serpiente que muerde a otra pantera que se come a un gallo que le clava las uñas a otra pantera. Tu te enamoraste de mí que te maltrato y que estoy enamorada de otro que a su vez me hace sufrir y sufre él mismo porque quiere a una tercera persona que a su vez persigue a alguien que es un ojete con ella. Autor: Marcel Le Noir. Título: “Le monstre”. Voilà, pinche monstruo, te dedicaron el grabado. Y si no te lo enseño ni te fijas en él con tantos muebles y cuadros del castillo Peleş en Sinaia (se pronuncia Pelesh, taradito). Sólo querías sacarle fotos a la colección de armas del castillo, cabroncito. Ibas corriendo, sin escuchar las explicaciones de la guía que porque tenía un inglés pésimo, sin ver esa cama art decó o art nouveau, yo qué sé, donde me daban ganas de revolcarme, no contigo, sino con el conserje del hotel, qué guapo. Tu ibas queriéndote comer el museo con miradas panorámicas, instantáneas. Siempre andas así, queriéndote comer al mundo a mordidas, como dicen en México, en vez de disfrutarlo, de acariciarlo con la mirada, de compenetrarte. Oíste que el conserje del hotel hizo un asado de carne de oso con sus amigos cuando el tren atropelló uno, carne dulce, decía él, y quisiste ir a probarla tú también, pero en un restaurante. No alcanzas a ver la diferencia, pero una cosa es saborear al mundo voluptuoso cuando abre las piernas para ti y otro es joderlo, violarlo, para tratar de encontrar tu placer. Sabes cómo aprecio a los animales y tú te tragaste las patas de un osito pardo al horno, en un restaurante para turistas estúpidos, y te sientes muy gracioso al decirme que si fuera el último oso del planeta tú te hubieras peleado a golpes por ser el que se lo comiera. Para tener el privilegio de probar su carne antes de que se extinguiera para siempre. Ignorante, imbécil. Por suerte aquí han existido siempre la nieve y las tormentas de frío, para detener al ejército de glotones franceses de Napoleón Bonaparte que avanzaba comiéndose todo a su paso, para congelar al ejército de nazis de Hitler que se cagaba en todo cuanto estuviera vivo, para proteger a los osos pardos de los cazadores y de los vampiros como tú. Ojalá hubiera tormentas de calor en Africa que protegieran a los guepardos, tormentas de lluvia en el amazonas para salvar a los jaguares.
Te pusiste celoso del conserje del hotel. Tienes toda la razón. Viste qué guapo, qué alto, con el ceño fruncido, parece un neanderthal. Si te distrajeras me acostaría con él, con el verdadero comedor de osos, no contigo, gallito inofensivo que tengo entre mis garras. Eres mi paje, mi dama de compañía, porque he venido a Europa a conquistarla y necesitaba un achichincle, un consolador, un dildo. De ti, niño mimado, sólo me gusta que me consientas, que pagues la cuenta, que me des un masaje en la espalda, que te quites esa playera naca de Boston y te vistas bien, que me emborraches con buen vino. Nomás eso, cabroncito, nomás eso. Y cuando seré famosa seguro te mando de regreso a Guadalajara. Cuando gane la medalla de oro en el torneo mundial, ni creas que te la voy a dedicar. Verás que desde el podium miro ya hacia otros horizontes, que coqueteo con actores famosos y con políticos guapos. Y tu tendrás que doblar las manitas y dejar que tu amor, o sea yo, me transforme de carne en nube, de huesos y pelos en aura y en glamour. Recuerda la imagen que les gusta evocar a las mexicanas que se creen “liberadas” o que se sienten feas: si me amas verdaderamente, abre las manos y déja que vuele lejos de ti; y si no quieres hacerlo, es porque nunca fui tuya. Mientras tanto, anímate, pero antes enciende el sauna del hotel y enfría el vino que compramos en el aeropuerto. Hoy todavía puedo beber, coger, vivir. Y mañana abstinencia, concentración; iré al entrenamiento, me prepararé para partirle la madre a todas las esgrimistas mariconas que me pongan en frente. A la que se descuide la destripo en nombre de la patria. ¡Viva México, cabronas! Aquí está la madre de todas las espadachinas, la tataranieta de los tres mosqueteros, la única e inigualable futura campeona del mundo.
Aunque podría meterte mi sable por el ombligo y atravesar la pared hasta el cuarto de al lado, por hoy te cojo de la manita y te llevo al sauna, me desnudo, me volteo, me pongo en cuclillas y te enseño esa grieta con pelos donde debes hacer palanca para sacudir al mundo entero. Tu te comes a los animales salvajes mientras que yo los invoco, imito cómo hacen el amor. Soy una chamana. Ponle agua a las piedras ardientes del sauna, pero no me salpiques, cabroncito, porque me quemas. Ahora ocúpate de mi otra vez, ensártame como a una mariposa, lacayo. Agítate, haz de cuenta que estuvieras sacudiendo un árbol de cerezas de los que nunca has visto más que en fotografía, naquito. Sacude mi tronco contra tu vientre y haz que todas las cerezas imaginarias caigan. ¡Todas, he dicho! ¡Síguele, cabroncito, por favor! ¡Más fuerte! Cuando aúlle como una loba significa que te aquietes, que te aplaques, que reces inmóvil delante del altar de mis morenas nalgas sagradas (que yo, para entonces, estaré en el cielo con el conserje del hotel).

20091225

Manual práctico de las distancias cortas XXI: De la muerte


Querida Rosalba:
Los tres estamos en China, por eso este mensaje no tiene acentos. Seguramente Bernardo te conto que vinimos aca para asistir al concierto de Rolando Villazon, no? Pues todo ha sido una trampa, Santiago tambien esta aqui. Quisimos darles una leccion a ti y a el. Pero las cosas se han puesto mas mal de lo previsto, por eso me atrevo a escribirte. En resumidas cuentas, mi marido esta a punto de matar a tu amigo el profesor. Pero antes de reaccionar, te pido que leas este mensaje hasta el final. Si Santiago esta cada vez peor no solamente es por el alcohol, tambien es por el pasado y eso te concierne sobretodo a ti. No digo que antes fuera un angel, no lo se, pero durante anos se ha sentido culpable por el accidente. Ahora te odia por todo lo que nos has hecho y quiere ponerle un punto final a la guerra contigo. El primer paso sera matar a tu mensajero, matar a mi amante.
Que esperabas? A donde mas podian conducir las agresiones que tu iniciaste? Digo que tu iniciaste porque sinceramente estoy segura de que el accidente fue un accidente, objetivamente un accidente. Hoy es muy facil decir que Santiago es malo o que es una maldad traicionar a mi amante. Pero la maldad no existe en si misma, es frustracion, son celos, es la perdida del control, es estar harto de una amenaza. Ahora diras que Santiago es “malo”, pero el no ha decidido la historia como ha ocurrido. Que fue una cobardia abandonarte despues del accidente, lo sabe muy bien. Cuando nos casamos, su situacion ya era insoportable. Recuerdo muy bien que durante nuestra luna de miel, en Egipto, estabamos viendo un papiro del Libro de los muertos y me dijo que sentia que su alma habia quedado destruida el dia del accidente. Por eso te digo que no existe la maldad, lo que hay se llama vacio, o sea tristeza, depresion. Santiago siente que es un cuerpo sin alma.
Tu pagaste para que lo golpearan. Desde entonces nos mudamos a un conjunto residencial que es un bunker. Conoces la historia mejor que yo, no tengo que repetirtela, pero tal vez la interpretaras de manera distinta si me escuchas. Tu y Santiago han atropellado mi vida mientras trataban de matarse. Ahora has sacrificado la vida del pobre profesor. No se lo merecia. Esta escondido en algun lugar de Shanghai. Si es inteligente se las arreglara para huir, pero no es facil. Es curioso, un dia antes de huir hablabamos de la vida y de la muerte (ya sabes que con el es muy dificil hablar, que no tiene humor, cree que todo mundo sabe quienes fueron Kant y Hegel y solo le interesan las cosas intelectuales). Por eso le conte del Valle de los reyes en Egipto, que los sarcofagos de Tutankamon estan recubiertos de oro y la mascara funeraria es de oro macizo y sin embargo parecen una fotografias del muerto. Eran para que el alma del faraon pudiera reconocer donde se encontraba su cuerpo. Se ven los ojitos almendrados de Tutankamon, su nariz respingada, su cara de adolescente. Hasta le hicieron una oreja mas grande que otra para que el alma no se equivocara al reconocer su forma y asi sus restos. Para los egipcios, alli donde una piramide o un mausoleo se levantaban, alli irian las almas a buscar a sus cuerpos. Se detenian y contemplaban los rasgos faciales. La momia y el alma se reunificaban y la persona reencarnaba. A Bernardo le gusto esta historia, aunque no crea en eso. Nunca ha ido a Egipto. Segun el no existe el alma, ni la inmortalidad, y la forma de nuestro cuerpo nunca es una, cambia siempre, pero le gusto la historia. Pero yo veo a Santiago y se que se siente como un cuerpo que ya no tuviera alma o al que ya no le importa ser malo, para decirlo de alguna manera.
Lo que quiero pedirte es que trates de acabar con esta guerra. Si tu le pides perdon a Santiago, quiza todo se solucione. Si prefieres, avisa a la policia, pero no creo que asi logres salvar a tu amigo. No hay tiempo, solo vas a hacer escandalo. Pidele perdon a Santiago, firmen la paz. Tal vez asi hasta le devuelvas el alma al cuerpo.

20091213

Manual práctico de las distancias cortas XX: De los afrodisíacos


Metes tu lengua al fondo de mi boca y en un descuido me tocas un resquicio del paladar, insinuando que practicas otra suerte de esgrima. Yo reacciono succionándotela con tanta fuerza que sientes que la arrancaré. Gritas de dolor. El mesero voltea, no sabe si debe intervenir o no. Te levantas de la silla, me pateas. Te atrapo la pantorrilla y te hago caer sobre la alfombra del restaurante. “¡Pendejo! ¡Pendejo!” repites. Me burlo. El mesero te ayuda a levantarte. Su mirada es una mezcla de desaprobación y de sometimiento. Sabe que en este restaurante todo puede pasar. Seguramente ha presenciado cómo un inversionista millonario le vuela los sesos a una puta o cómo mafiosos cenan con niñas de familia recién raptadas.
Otra vez te gané. En las pequeñas o en las grandes perversiones te ganaré siempre. Eres una pobre ninfómana desesperada porque aún no te atreves a ser mala y, por ello, sigues frustrada. Has dejado escapar a tu presa. Tanto dinero nos costó prepararte este sencillo platillo mexicano y no tuviste la fuerza para comértelo. Sé que dejaste abierta la puerta del hotel para que el profesor se escapara. Crees que eso me irrita pero, en realidad, me lo estás regalando. Aprenderás que la cacería es una de las artes eróticas. De paso, al liquidar a su amigo, estaré vengándome de la tuerta, nuevamente. Saldré a cazar a tu profesor por la ciudad, en toda China si es necesario.
-No entiendo cómo se escapó, no lo entiendo –repites.
-Porque dejaste abierta la puerta, amor, es obvio.
-No, no, estoy segura que no, Santiago. Pero no puede ir muy lejos, tengo su pasaporte y su tarjeta de crédito.
-Lo vamos a encontrar. Pero… ahora me toca a mí.
-¿Cómo lo vas a hacer?
-No te preocupes, estarás presente –te digo.
Leemos el menú. Preguntas por el chop suey pero aquí no lo conocen o lo pronuncian de manera incomprensible y entonces eliges fideos con abulón y langosta al roquefort. Prefiero “sopa de cocodrilo doblemente hervida, con hipocampo”, aunque sea un plato tan barato, y filete de yak tibetano al azafrán. La primera está en el rubro de nutritious soups pero sospecho que es una mala traducción y que en chino debe decir sopa afrodisíaca. El mesero nos invita al acuario para elegir a las víctimas. Hay peces serpiente, tortugas, ranas gigantes. Debemos escoger al caballito de mar y a la langosta que serán cocinados. Elijo rápido el más grande, pero sin calcularlo demasiado. El mesero sumerge la red y va por el hipocampo que, como un chango de los mares, se aferra con la cola a un coral para que no lo atrapen. A pesar de su resistencia, se lo lleva. Tú elijes a tu langosta por el color: la quieres negra. Elijes una botella de vino blanco. 30 minutos después llegan los platillos.
Mi sopa es pequeña, casi una tasa. Pregunto si la carne de cocodrilo es fresca. Viene el chef con un traductor. Nos explican que ya la tenían cortada y en el refrigerador. Es difícil matar a un cocodrilo delante de los comensales. La carne del cocodrilo es fibrosa, como la cola de res o la machaca norteña, y con mucho cartílago, bueno para las rodillas, espero. Al caballito, en cambio, no sé por dónde hincarle el diente. Está entero, como esos secos que venden como souvenir en Acapulco. El agua hirviente le ha dejado los ojitos medio gachos, pero todavía tienen expresión.
Primero mastico la cola del hipocampo. Luego voy subiendo como roedor hacia el cuerpo. Pero cuando me topo con las vísceras me detengo y comienzo del otro lado. Pero la trompita es dura, casi como un palillo de dientes. Decido mejor comerle por el lomo, pero la idea de acabar tragándome los pulmones y el corazón me detiene.
Me explicas que los hipocampos no tienen pulmones, que son peces. Vete a la mierda con tus aclaraciones, te digo, ya he vivido antes con una veterinaria como para recibir nuevamente lecciones de anatomía comparada. Dejo sobre el plato el cadáver del hipocampo a medio comer. Paso a probar el filete yak.

20091206

Manual práctico de las distancias cortas XIX: Del erhu o violín chino


Mercado de tenis usados. Cientos de vendedores callejeros de reeboks, adidas, convers, nike, dolce gabbana, vans, panam. La mayoría están en mal estado, con agujeros en las suelas, rotos o manchados. La gente los revisa, negocia. Más allá hay un mercado de zapatos de vestir. Antes uno de chamarras de piel, seguido de otro de chamarras de mezclilla. Todo usado. Esta ciudad es una venta de garage. Aunque los caminos no son de terracería, todo está cubierto de tierra, por las construcciones de rascacielos. La nariz y los ojos están secos, arden. Aquí no es Nueva York ni Calculta, es ambos, es Shanghai. La ciudad es rica y pobre. Ya es tarde. Algunas personas se hacen masajear los pies en modestos locales. Los clientes están acostados en 4 o 5 camas y las empleadas les machacan los cojines de las plantas, les separan los dedos, se los mueven para un lado y otro. Más allá, un puñado de gente se apelotona en torno a alguien. De cerca se puede reconocer que es un músico. Toca una especie de violín flaco y alargado. Canta fragmentos con voz de hombre y luego, con voz aguda, de mujer. Debe cantar un dueto, una especie de opera. Curioso one man show. Ahora el músico invita a los espectadores a que canten; una mujer acepta y canta leyendo la letra en un modesto atril. Es un karaoke popular. Ahora toda la gente canta al compás del violín chino. Sólo la boca más cercana no canta, porque no sabe.
Se siente mucha hambre. Hay un restaurante pequeño que parece limpio. Campanitas colgantes se agitan cuando estas manos abren la puerta. Los clientes tienen en sus mesas sopas y platillos con verduras asadas. Estos dedos señalan al mesero algunas imágenes de la carta y al cabo de diez minutos traen una brocheta de pollo y té verde frío con mandarinas miniatura flotando en el vaso. Sabores agridulces, picantes y salados. Muy refrescante el té, pero las brochetas no vienen con arroz. Todavía se siente hambre, pero es muy difícil comunicarse, nadie habla inglés.
No se ha olvidado el nombre que corresponde, Bernardo. No se ignora que esta boca y esta mano corresponden. Es sólo esta sensación de anestesia. Últimos sorbos de té. Reflexión al digerir y reposarse: No se percibe el yo sino como haz de percepciones: recuerdo de Luz Irizábal, recuerdo de Serendipiti, percepción de la mano que descansa sobre la mesa luego de haber trabajado llevando el tenedor y el vaso a la boca. La boca saborea todavía la mandarina dulce y ácida, mezclada con el té de textura astringente. Ahora se trata de pagar con los dólares. No hay billetes chinos en el bolsillo. Se enoja el mesero. Regaña. La mano le muestra que aquí no hay más dinero en los bolsillos. El hombre levanta la voz y habla rápido. Una mujer se acerca. También protesta. Los brazos de ambos están tan cerca que no se sabe cuál es el del yo y cuáles de ellos. No se sabe si ellos alargan sus brazos o éstos brazos les están empujando. Esta sensación ya se ha sentido en el pasado, en el juego infantil que consiste en torcer las manos, confundirlas y luego tratar de mover un dedo en particular, provocando errores graciosos.
Al final, los meseros chinos se cobran veinte dólares ¡un robo! Hay apenas ochenta dólares más en el bolsillo. Hay cansancio, hay preocupación. Lo importante ahora es encontrar un lugar dónde pasar la noche. Caminando en una acera angosta, se sienten los autos silbar en la avenida. Ahora empieza a ser claro que lo más cercano al cuerpo es el yo, en este caso Bernardo Bolaños. El yo es entonces un conjunto de cosas adentro del cuerpo o que están cerca de éste. Pero entre las percepciones no se logra todavía percibirlo a él. No es amnesia o, por lo menos, no es amnesia generalizada. Es no acordarse cómo se conjugan ciertos pronombres y adjetivos. Es como un dolor de cabeza o, más bien, es como hablar un idioma sin haber aprendido algunas palabras fundamentales. Seguramente se rompieron algunas conexiones neuronales. El yo quizá es solamente el hecho de que estas manos, que se balancean al caminar, conducen a este torso que sostiene la cabeza de donde salen estos pensamientos. Es el hecho de decir “Bernardo” desde este aquí y ahora. El yo es, entonces, relativo.

Unos soldados se acercan y preguntan. La mano hace una seña de no entender su idioma ¿o es la mano del guardia la que señala hacia el cielo? Una fuerza empuja hacia atrás. Luego hacia adelante. Los cuerpos de los soldados y el del yo, fusionados por la proximidad, ahora caminan juntos. Los uniformes verdes de los soldados ayudan a distinguir sus cuerpos de este cuerpo, pero es muy difícil. La sensación es de una masa informe. Suben a una camioneta. Han arrestado al yo.