20090428

Manual práctico de las distancias cortas IV: De los que han tratado de cogerse al cabrón mundo

Para la noche prometida no compro calcetines sino ropa interior, aunque los que tienen agujeros son mis calcetines. Lo que pasa es que casi ninguno de mis calzones me convence: tienen demasiados colores o están descoloridos. Meto una sola muda de ropa en la maleta y termino de llenarla con dos libros (un Bourdieu y un Murakami, trabajo y placer respectivamente). En la estación de camiones, sin embargo, me compro una revista idiota, la Quién, ni trabajo ni placer: “Creel papá de nuevo. El panista, de 54 años, espera su 5º hijo. La mamá es su novia Paulina, de 31”. Me parece que Santiago Creel, el senador, cura sus derrotas políticas con llamativas relaciones amorosas: luego de perder frente a López Obrador el gobierno de la Ciudad de México, tuvo una hija con la actriz Edith González. Y luego de perder la candidatura del PAN a la Presidencia contra Felipe Calderón, tendrá otro con una joven abogada. Es como si se dijera “miren, no soy un perdedor”. Sarkozy, el presidente de Francia, se casó con la vedette Carla Bruni cuando creía que su imagen era la de un loser, pues su mujer lo había abandonado por el publicista de cabecera.
Me interesan las relaciones entre amor y poder. Hace algunos años, cerca del cuartel general del EZLN en Chiapas, concluía un evento internacional y había música ranchera de un grupo de jovenes zapatistas. Yo, exhausto, descansaba a la sombra de un árbol de limas, acompañado de un miliciano, moreno como la madera de la jacaranda, de ojos rasgados, fuerte y pequeño. De pronto, el cantante del grupo musical dijo que tocarían la canción favorita del subcomandante Marcos y supe entonces que se trataba de « Cartas marcadas » que había escuchado antes en voz de Pedro Infante:

“Por todas las ofensas que me has hecho, a cambio
“del dolor que me quedo; por las horas inmensas del
“recuerdo, te quiero dedicar esta canción… De ahora en
“adelante yo soy malo, sólo cartas marcadas has de
“ver…”

Le pregunte a mi acompañante si conocía la historia del subcomandante, por qué llegó a Chiapas y si tenía alguna relación con lo que dice la letra de la canción, pero éste se negó a decírmelo. Sin embargo, la letra me hacía pensar que había llegado herido de algún mal de amores. Fuese verdad o no, sigo creyendo que una excelente forma de superar una crisis existencial es sublevándose políticamente contra el gobierno, así como una excelente forma de superar una derrota política puede ser tener un hijo con una actriz o con una joven abogada. Es en ese sentido que estos chismes tienen lugar en este Manual práctico.
Pero que esta breve anécdota sobre Marcos no la lean como una provocación los militantes serios que nunca compran la revista Hola o Quién. No la cuento como un cuento difamatorio sobre ese lascivo personaje, ni está tejida con repugnantes registros policíacos, como hizo Carlos Tello en su Rebelión de las cañadas, ni con los delirios persecutorios de la derecha, como Lagrange en La grand imposture o Luis Pazos en el panfleto cuyo título ni siquiera deben recordar los propios seres difamados. Ni con oportunismo, como Edgardo Bermejo en la novela Marcos fashion, de lo más tonto que tenga memoria la historia de la basura literaria (muy diferente, por cierto, de la “literatura basura” de Fadanelli que sí es muy recomendable). Además, suponiendo que alguien iniciara una revolución porque sintiera que el agua ya no lo moja, que el aire es vidrio, que se ha convertido en una estatua sin sangre, no veo por qué habría de avergonzarse o de ocultarlo. ¿Hay otra razón para rebelarse, sino el grito de la sangre, el vaho del deseo, el sudor de la tierra? ¿Otro motivo vale que no sea la dulzura soñada de un contacto o enfrentarse de golpe al eterno rumor de los pasos perdidos? Una revolución no es más que la fiebre de una mano que se atreve a tocar en la sombra, a herir a mediodía. Y cuando triunfa, es cuando nos llena de placeres frenéticos. ¡Todo circula en cada rama del árbol de nuestras venas, la sangre llena nuestros músculos, inunda nuestros oídos! O, como dice Agustín Lara, "hay campanas de fiesta que cantan en el corazón". Por eso vale la pena arriesgar la vida, en vez de vivir encerrado en una soledad entre paredes. Por eso, precisamente, voy a ver Shamanta a Guadalajara. Ya dentro del camión me apoltrono para seguir hojeando la revista Quién.
No es un problema de izquierdas o de derechas, los guerrilleros no tienen el monopolio de la espada ni del corazón. ¿No fue al despertarse en un rancho donde casi todo había muerto que Vicente Fox decidió levantarse contra el PRI? También los que estudian administración de empresas en la Ibero se sienten a veces sin gota de sangre, sin ruido, ni peso, nadando en la abulia. En sus memorias, A los pinos, Vicente Fox narra directamente el espantoso estado en que se encontraba y que lo llevó a la política:

“En Coca Cola hizo su aparición mi única novia formal:
“Lillian de la Concha; al igual que de adolescente, era
“malo para los asuntos de muchachas aunque, para mi
“agrado, ya estaban de moda las minifaldas y los hot
“pants. Siempre me consideré una persona muy
“introvertida en asuntos personales, y no me gustaban
“las expresiones públicas relacionadas con mi
“cumpleaños, por ejemplo. Pues resulta que en una
“ocasión mi asistente, Luz María Aguilar, organizó a
“todas las muchachas de la oficina para que me cantaran
“‘las mañanitas’ y hasta me mandó hacer un pastel en
“forma de cancha de futbol. Cuando llegué a mi oficina
“y vi todo ese revuelo no me quedó más que entrarle al
“guateque. Mi relación con Lillian, quien era
“secretaria del presidente de la compañía cuando yo me
“desempeñaba como director de mercadotecnia, empezó por
“Luz María. En cierta ocasión me preguntó si podía
“acompañar a Lillian a una fiesta y fue tal la
“insistencia que acabé aceptando; de ahí arrancó una
“historia que duró poco más de veinte años. Fue un
“noviazgo absolutamente normal, como el de cualquier
“pareja; como yo viajaba tanto, nos veíamos los fines
“de semana que me encontraba en la ciudad de México”.

Fin de la cita. Fue tal la insistencia de su asistente que Fox acabó viviendo algo peor que el estado de soledad y fracaso amoroso: un matrimonio, descrito casi como un castigo forzado. Antes fue un noviazgo absolutamente “normal”, dice, pero ¿cómo habrá medido la “normalidad” sino usando como unidad de medida a su única novia, lo que significa que seguramente fue un noviazgo peor que lo normal? Mientras pudo, Fox se refugio en el trabajo obsesivo al servicio de la famosa empresa transnacional, pero después, ya sin el puesto en Coca Cola, su vida debió ser un infierno. Vivía aburrido en un rancho solitario de Guanajuato, ya nada se oía en su piscina, ya no chocaban los vasos por brindis interminables con los colegas de la empresa. Después es muy conocida la historia del Fox liberado, el Fox que se atrevió (gracias a la influencia de Clouthier). Por eso era una crueldad tan grande cuando la Iglesia católica le pedía a Fox que se reconciliara con su ex-esposa.
Pero yo no soy un político, sino un solitario profesor. Aunque este blog apenas me da derecho a llamarme escribidor, que no escritor, recuerdo que Kafka decía a Max Brod que el escritor es el chivo expiatorio de la humanidad, porque hace posible a los lectores pecar sin culpa, casi sin culpa. Es cierto. El escritor es leído cuando peca, cuando sufre, cuando se inmola. La gente no lee las ficciones de Anaïs Nin, sino sus memorias de innumerables detalles sexuales autobiográficos (“qué aburridos sus relatos si son imaginarios y sus reflexiones si son teóricas” decían sus editores). Así transformaron a la célebre ninfómana en un chivo expiatorio al servicio de millones de lectores lascivos. Si no se trata de la novela donde Roberto Bolaño confiesa las andanzas reales de los marginales poetas infrarrealistas en la Ciudad de México ¡qué aburrido sería leer sus poemas!, decían cuando Bolaño estaba vivo. Con ese argumento se le transformó en un chivo expiatorio al servicio de miles de jóvenes que nunca han vivido, ni vivirán, la verdadera bohemia, mientras que aquél murió sin disfrutar su fama. Pero yo no tengo talento de chivo expiatorio, no quisiera inmolarme, este no es mi oficio, soy un mero escribidor. Veamos las tres posibilidades que existen: el escritor comercial finge inmolarse y, en realidad, tiene un agente literario que le enseña cuándo y cómo la literatura es negocio; lleva una doble vida, no se toma en serio su literatura, ni se inmolaría jamás. En segundo lugar, el escritor en estricto sentido, de Kafka a Bolaño, de Proust a Anaïs Nin, aparentemente se inmortaliza gracias a su obra, pero en la vida real perece a manos de ella, como explica acertadamente Foucault en el ensayo ¿Qué es un autor?. Finalmente están tipos como yo, los escribidores. Sabemos que el mundo también se burla de nosotros, pero no estamos destinados al sacrificio sino al anonimato. Por ello, algunos planeamos secretamente chingarnos a ese mundo conspirador, a través de una contra-conspiración. En su “Crisis de un poeta anciano al nacer el año de 1983”, Elías Nandino cita a un escritor, Guillermo Fernández:

“La vida se ha burlado de nosotros.
“Lo hará también el polvo de la muerte.”

Acto seguido, Nandino asume el papel de escribidor y tiene un plan último contra el cabrón mundo. Su último poema reza así:

“Eros: hazme el prodigio
“del paro de mi verga
“treinta minutos antes
“de que mi corazón
“tenga que hacer el suyo.

“Quiero tratar entonces
“en ese apuro trágico
“de metérsela toda
“con furia y sin saliva
“a este cabrón mundo.

“Deseo probarle
“con positivo orgullo,
“que al fin ya hubo quien
“le diera por el culo.”

2 comentarios:

Beatriz dijo...

El manual práctico de las distancias cortas ha sido un gratísimo descubrimiento. Esta cuarta entrega me trajó además buenos recuerdos chiapanecos.
Te enlazo a mi blog.
¡Saludos!

Bernardo Bolaños dijo...

Gracias, Beatriz. Pero no logro ver el enlace a tu blog. ¿Cómo le hago?