
¿Si me gusta el Museo Soumaya de Carlos Slim entonces he dejado de ser de izquierda? Algunos piensan que las convicciones políticas deben reflejarse incluso en el gusto artístico. Ese razonamiento va contra el principio kantiano de autonomía del juicio estético.
La historia de la pintura y de la escultura es una de las disciplinas más propicias para comprender el tiempo. Sí, el tiempo, ese misterio físico y filosófico. Los fósiles y huesos de dinosaurios también sirven para eso pero la pintura y la escultura son creaciones culturales y nos dan pistas de objetos del pasado que no eran meramente físicos: no sólo mandíbulas y genes sino la mente de un artista renacentista o los retratos de la oligarquía criolla del México independiente. En una época en la que los laboratorios pretenden tener el monopolio del estudio objetivo del tiempo (pruebas de carbono 14, genealogías mediante secuenciación de genes, modelos del origen del tiempo mediante colisiones de iones en un acelerador de partículas, etc.), los museos de pintura y escultura son verdaderos archivos que dan testimonio de la dignidad y la complejidad de los estudios humanísticos. Un buen experto en arte puede ser más exacto en la datación de una pieza que una prueba de carbono 14.
Y, sin embargo, algunos artistas y críticos de arte contemporáneo creen realmente que no deben abrirse nuevos museos de pintura y escultura. Otros críticos del Museo Soumaya creen que éste reúne piezas sin ton, ni son, sin “un argumento”. Opino, en cambio, que el museo contiene colecciones notables (monedas, retratos mexicanos del siglo XIX, escultura europea del siglo XX) y ejemplares representativos de estilos importantes de la pintura occidental de varios siglos (argumento cronológico).
Se habla mucho del pillaje que las metrópolis europeas hicieron de los objetos de otras culturas. Pero el Louvre, el British Museum, el Pérgamo y otras grandes instituciones con colecciones de piezas no europeas se construyeron no sólo gracias al pillaje de conquistadores y exploradores sino también gracias al coleccionismo privado y a sus donaciones. En México, carecíamos de un lote representativo de obras de clásicos de la pintura y escultura europea de los últimos 500 años por la ausencia de conquistas y exploradores, pero también por la falta de coleccionistas lo suficientemente ricos. Ahora contamos con uno, con sus joyas y también con sus piezas menores e incluso dudosas. También contamos con una polémica intelectual acerca del acervo Soumaya y ésta será positiva. Creo que aprenderemos más de la historia del arte si los críticos logran probar que algunos de los cuadros del museo son falsos que si Teresa del Conde, Raquel Tibol u otro experto mexicano conocido es nuevamente el curador de éste como lo es de otros museos y exposiciones mexicanos. Con sus problemas, el Museo Soumaya tiene una museografía distinta y una atmósfera propia que refrescan la mirada.