Me invitaste a Shanghai, ninfómana burguesa,
a escuchar al tenor Rolando Villazón
¡Cómo iba a imaginarme que yo sería la presa
de tus perversidades y de tanta abyección!
Me sofoca la espera y escribo en esta mesa
sonetos vengativos con desesperación.
Nadie anda por aquí, sólo la grúa regresa
a retirar los restos de la demolición.
¿Como es que este acostón tornose acosamiento,
pesadilla, secuestro, quizá desmembración?
Aunque no muera de hambre, ni sienta aburrimiento
maldigo mi ceguera y mi contradicción.
Débil de voluntad, frágil de sentimiento
una rubia exultante me masca el corazón.
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